Al hablar de expresionismo se
suele entender una tendencia surgida a principios de siglo XX en la que
participan artistas de varios países, y cuyos antecedentes se encuentran en
la obra de Gauguin, Van Gogh,
Enzor, Munch y Toulouse Lautrec. Fueron los grupos Brucke
y Blauer Reiter, los que
dieron comienzo al expresionismo alemán; pero es del llamado expresionismo
francés (formado por figuras extranjeras como Chagall
y Modigliani), de esa angustiosa necesidad de
expresarse a sí mismo que tuvo Picasso y del surrealismo
de Dalí, de donde más se nutre espiritualmente la obra de Waldo
Saavedra, para recodificarla dentro de la
religiosidad y la idiosincrasia del cubano, y dentro de los recursos
narrativos que identifican a lo real maravilloso de Carpentier
y al realismo mágico de García Márquez.
A diferencia de Chagall y Picasso, y a
semejanza de Dalí, Waldo Saavedra (La Habana, 1961)
muestra un trazo minucioso, detallista, firme y desprejuiciado, y al mismo
tiempo suelto, intenso, informal y virtuoso, que le sirve para valorar y
revalorar los contenidos y actitudes emocionales; pero si bien el artista se
empeña en expresar su cosmos interior, también se propone contar historias
donde la magia, los motivos religiosos, el erotismo y la poesía se mezclan,
para parir una obra donde se respira un aliento romántico; un romanticismo
ungido de una ternura cruel, corrosiva, en la que se descarna la intimidad y
se ironiza con ella. "Si bien hay realismo en la obra de este artista,
no se le puede catalogar de realista" (Luis Escutia,1990), porque el expresionismo de Saavedra tiene una rica
condimentación grotesco-erótica (Autocensura, 1993 y Shangó y Oshún,
1993) con atmósferas surrealistas (Adán y Eva o El trasvesti, 1993) y una carga metafísica con
antecedentes en la obra de Enzor, Cristo
agonizante; como éste, Saavedra mezcla elementos violentamente expresivos
con otros fantásticos de honda raíz popular. La obra de Waldo
Saavedra es reflejo de un movimiento pictórico muy fuerte, que se desarrolló
en Cuba en la década de los 80, y con la que el pintor aspira a expresar una
realidad que no es visible. En sus cuadros se unen lo cotidiano con el sueño,
lo real con lo imaginado. Waldo no pretende
construir el mundo ni mostrarlo como algo ya construido, sino que con su
expresionismo hace que broten sus emociones y que se pueda contemplar al
mundo como un todo, donde los seres forman parte de la Naturaleza. Waldo Saavedra es un expresionista
emotivo que nos hace ver su angustia por el distanciamiento de Dios, su
desesperación trágica y melodramática, con un dinamismo que rompe el
equilibrio y se desplaza hacia el caos. Sin duda, cuando vemos la obra de
este pintor cubano, estamos ante una gran revelación, que despierta el
subconsciente del espectador. Nota al margen: Waldo expuso el pasado octubre en La Habana, y la exposición,
traída desde Guadalajara, México, lugar de residencia del pintor, fue
detenida por el aparato de censura del Gobierno cubano en la aduana. El
motivo: un cuadro en el que una mujer desnuda (Wendy
Guerra fue la modelo), agachada, paría a la isla de Cuba ensangrentada. La
exposición fue liberada, y autorizada por las autoridades (in) competentes,
días después de llegada a la ciudad, y apenas dos horas antes de su
inauguración.
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