Roberto Rébora - Pintor, escritor y editor
El artista que pudo ser otra cosa

El creador tapatío vuelve a exponer en Guadalajara, en el Museo de las Artes. Allí presenta, además de catorce cuadros, los productos de su otra pasión, la editorial, con una selección de 32 libros de Taller Ditoria.

 

 

Foto: Paula Islas

 

 

PUBLICO 2-Marzo-07




Roberto Rébora pudo dedicarse a otra cosa. “¿Cómo podría saberlo ahora?”, se pregunta en la entrevista que el escritor y crítico Javier Ramírez le hizo para el catálogo de Taller, la exposición que, hoy por la noche, inaugura en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara. Es cierto, Roberto Rébora pudo dedicarse a otra cosa, pero desde su juventud no ha hecho otra cosa que enfrentarse al espacio en blanco: primero como pintor y, más tarde, como escritor y editor.

Hermano de la también pintora Ana Luisa Rébora, Roberto (Guadalajara, 1963) contrajo el virus del arte en la niñez. Y nunca se curó. A los doce años, en una visita escolar al Hospicio Cabañas, hoy Instituto Cultural, “El hombre de fuego”, de José Clemente Orozco, se le metió en los ojos y, marcado por ese encuentro, decidió probar suerte en el mundo de los trazos. Ahora, cuando mira hacia atrás, utiliza una palabra para describir su formación artística: autodidacta.

De Guadalajara se fue joven y, aunque no concluyó la preparatoria, el orgullo marca sus palabras cuando habla de su casa de estudios y sus periplos de estudiante. “Yo soy universitario. Estudié en la prepa 7. Fui de la primera generación, aquella que no tenía mesabancos ni pizarrón cuando se inició en la Tuzanía. Hoy es ya una extensión de la ciudad, pero entonces había que caminar más de 20 minutos entre hierbas y campo para llegar a lo que fueron las primeras aulas”.

Después de los viajes a la escuela quiso hacer otros e Italia fue su primer destino. Allí vivió ocho años y se dedicó a visitar museos y galerías. A los 30 años regresó al país, donde alterna su vida entre la ciudad de México y la capital de Jalisco. Como dibujante comenzó a publicar cartones políticos, como Betini, en El Informador y El Universal, entre otros diarios. Las letras tampoco le son ajenas y ha incursionado en el cuento y la poesía. Como pintor, una de sus primeras series, < i>La niña precoz, se exhibió en el Museo de la Ciudad, en Guadalajara, en 1993. De esa exposición, la UdeG le publicó un catálogo que, como tantos otros, hizo que Rébora se involucrara con el mundo de las impresiones.

En 1994, uno de sus amigos de juventud e hijo del autor de “El hombre de fuego”, José Clemente Orozco Farías, le entregó a la Dominga, una imprenta de tipos móviles que se convirtió en la madre de Taller Ditoria, empresa de amigos que, a la vieja usanza, ha publicado libros de autores como Gerardo Deniz y Juan Gelman.

Es padre de dos hijos y los temas de sus cuadros son recurrentes: la familia, el erotismo, la plaza pública, lo onírico o “las multitudes como un interés de la representación de la colectividad”. La sensación primigenia tampoco ha cambiado: “El roce del pincel con la tela seduce. La relación con mi oficio de pintor es sensual”.

Roberto Rébora pudo dedicarse a otra cosa, pero eligió ser pintor. Y aunque vive de lo que hace, confiesa que nunca es fácil. Ahora, aspira a que su trabajo, el pictórico y el editorial, “sea una forma de pensamiento propia” y explica: “Tener un espacio en blanco a tu disposición es una de las oportunidades más grandes y ricas con las que uno se puede relacionar, porque todo es posible, incluso hacer una obra maestra”.

 

 

 

Guadalajara / Mariño González