La pintura del embajador de este arte en México fue considerada
de la fatuidad por David Alfaro Siqueiros,
sin embargo Miguel Ángel Echegaray,
prologuista de Planos en el
tiempo, reconoce el impacto que causó la obra en el México del siglo XX y señala: la pintura de
Montenegro, es imprescindible al momento de preguntarnos cómo es que se
ha tramado la vida social y cultural en el México posterior a la
Revolución
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Enrique Creel, Graciela Romandía,
Alberto Ruy, Esperanza Balderas y Miguel
Ángel Echegaray
Foto: Ramona Miranda |
Roberto
sensible, polémico, inteligente. Roberto dulce, curioso, arriesgado. Roberto comprometido con sus propios ideales y su forma de ver la
vida. Roberto artista, el amigo querido del poeta Carlos Pellicer, del
Dr. Atl, de José Vasconcelos,
Alfonso Caso, Salvador Novo y su primo Amado Nervo.
Así fue recordado Roberto Montenegro, por
amigos, seguidores de su obra y parientes, la noche del jueves 14 de
agosto en el Foro del Museo Rufino Tamayo, quienes inspirados en sus
pinturas y viñetas echaron a andar un ameno anecdotario ante un público
ávido por conocer más acerca de este personaje.
La presentación, encabezada por Esperanza Balderas y Enrique Creel,
seguidores del pintor, Miguel Ángel Echegaray,
especialista en muralismo mexicano, Graciela Romandía
de Cantú, historiadora y heredera de los derechos de la obra de
Montenegro y por Alberto Ruy Sánchez, director de Artes de México, fue un
homenaje improvisado en el que cada uno sacó a la luz sus propias
anécdotas.
Intelectuales, artistas y hasta políticos se
sumaron a esta evocación plástico-literaria donde el protagonista, en
todo momento, fue el Montenegro de antaño que solía irrumpir en espacios
públicos para recoger la riqueza del folklor.
Roberto Montenegro (1885-1968) autor prolífico,
es uno de los grandes de la pintura mexicana del siglo XX. A su temprana
formación artística y su estancia en Europa, que entre los años de 1903 a
1920 vivía una vorágine creativa forjadora de nuevas corrientes, están
dedicados los relatos autobiográficos reunidos en Planos en el tiempo.
Para los presentadores, el primer tiempo en la
vida del pintor, fue el de la revelación, aquél en donde dirigió el
primer Museo de Cultura Popular en este país; tiempo en el que participó
como ilustrador de libros, se deleitó dibujando fiestas carnavalescas y
vivió cautivado por la historia de su país.
La segunda etapa fue circular: el artista se
inclinó por el retablo, cuyo objetivo radicaba en dejar constancia de
algo, en apariencia intrascendente, donde los personajes se mueven en
planos ilusorios.
Para Enrique Creel, el
pintor era un hombre que se divertía jugando con el color, alguien
interesado en nuestra identidad como mexicanos, por lo que un día
sostuvo: es lamentable ver cómo los autóctonos se venden, cómo se ha
perdido el nacionalismo por un academicismo innecesario y una aplicación
de técnicas europeas adaptadas a nuestra realidad.
Controvertida figura dentro del cosmos
artístico, Roberto llegó a la ciudad de México a los diecisiete años
proveniente de la ciudad de Guadalajara para estudiar arquitectura.
Interesado, como él mismo dijo, en el dibujo, la historia del arte, el
desnudo y la copia de yeso, ingresó a la Academia de San Carlos.
Pasados dos años en dicha institución obtuvo una
beca para continuar sus estudios en Europa. Primero llegó a Madrid, donde
permaneció dos años, instalándose en la Academia de San Fernando. De ahí
se mudó a París, ciudad en la que fue atraído por las tendencias
modernistas del arte.
Creador que se movía en planos imposibles de un
tiempo circular, después de un periodo de intensa formación plástica e
intelectual de casi dos décadas en Europa, Montenegro regresó a México a
principios de 1920. A causa de un paro cardíaco, falleció en octubre de
1968.
Tras desempeñar diversos empleos, en 1921
participó en el movimiento muralista, en cuya primera etapa fue animador.
No obstante, al desarrollar una obra más personal en caballete, se vió fuera de la escena ocupada por la vanguardia de
la pintura pública.
Graciela Romandía,
sobrina política y heredera de los derechos del pintor, contó durante la
presentación varias anécdotas archivadas en su memoria. Entre éstas,
destaca que para el artista, quien era un conversador incansable, el día
más feliz de su vida fue aquél en que Vasconcelos
le pidió que pintara un mural. Se desveló varios días, pensaba y pensaba
sin lograr algo; cuando de pronto, después de enfrentar a la pared
enemiga, fluyó su creatividad y aprendió nuevos procesos de creación.
Las memorias de Montenegro fueron publicadas en
1962, seis años antes de su muerte, en una edición de autor, con un
tiraje de mil ejemplares.
En esta nueva edición, los Planos en el tiempo, la historia del autor cobra realce al
incluir viñetas realizadas por él mismo en la época narrada, así como en
sus años de vuelta a México. |