CONACULTA  17 de agosto de 2001  

Presentan libro de Roberto Montenegro en el Museo Rufino Tamayo

PLANOS EN EL TIEMPO: MEMORIAS DE UN HOMBRE QUE JOSÉ VASCONCELOS LLAMABA EL EMBAJADOR DE LA PINTURA EN MÉXICO

Karla García

La pintura del embajador de este arte en México fue considerada de la fatuidad por David Alfaro Siqueiros, sin embargo Miguel Ángel Echegaray, prologuista de Planos en el tiempo, reconoce el impacto que causó la obra en el México del siglo XX y señala: la pintura de Montenegro, es imprescindible al momento de preguntarnos cómo es que se ha tramado la vida social y cultural en el México posterior a la Revolución

 


Enrique Creel, Graciela Romandía, Alberto Ruy, Esperanza Balderas y Miguel Ángel Echegaray

Foto: Ramona Miranda

Roberto sensible, polémico, inteligente. Roberto dulce, curioso, arriesgado. Roberto comprometido con sus propios ideales y su forma de ver la vida. Roberto artista, el amigo querido del poeta Carlos Pellicer, del Dr. Atl, de José Vasconcelos, Alfonso Caso, Salvador Novo y su primo Amado Nervo.

Así fue recordado Roberto Montenegro, por amigos, seguidores de su obra y parientes, la noche del jueves 14 de agosto en el Foro del Museo Rufino Tamayo, quienes inspirados en sus pinturas y viñetas echaron a andar un ameno anecdotario ante un público ávido por conocer más acerca de este personaje.

La presentación, encabezada por Esperanza Balderas y Enrique Creel, seguidores del pintor, Miguel Ángel Echegaray, especialista en muralismo mexicano, Graciela Romandía de Cantú, historiadora y heredera de los derechos de la obra de Montenegro y por Alberto Ruy Sánchez, director de Artes de México, fue un homenaje improvisado en el que cada uno sacó a la luz sus propias anécdotas.

Intelectuales, artistas y hasta políticos se sumaron a esta evocación plástico-literaria donde el protagonista, en todo momento, fue el Montenegro de antaño que solía irrumpir en espacios públicos para recoger la riqueza del folklor.

Roberto Montenegro (1885-1968) autor prolífico, es uno de los grandes de la pintura mexicana del siglo XX. A su temprana formación artística y su estancia en Europa, que entre los años de 1903 a 1920 vivía una vorágine creativa forjadora de nuevas corrientes, están dedicados los relatos autobiográficos reunidos en Planos en el tiempo.

Para los presentadores, el primer tiempo en la vida del pintor, fue el de la revelación, aquél en donde dirigió el primer Museo de Cultura Popular en este país; tiempo en el que participó como ilustrador de libros, se deleitó dibujando fiestas carnavalescas y vivió cautivado por la historia de su país.

La segunda etapa fue circular: el artista se inclinó por el retablo, cuyo objetivo radicaba en dejar constancia de algo, en apariencia intrascendente, donde los personajes se mueven en planos ilusorios.

Para Enrique Creel, el pintor era un hombre que se divertía jugando con el color, alguien interesado en nuestra identidad como mexicanos, por lo que un día sostuvo: es lamentable ver cómo los autóctonos se venden, cómo se ha perdido el nacionalismo por un academicismo innecesario y una aplicación de técnicas europeas adaptadas a nuestra realidad.

Controvertida figura dentro del cosmos artístico, Roberto llegó a la ciudad de México a los diecisiete años proveniente de la ciudad de Guadalajara para estudiar arquitectura. Interesado, como él mismo dijo, en el dibujo, la historia del arte, el desnudo y la copia de yeso, ingresó a la Academia de San Carlos.

Pasados dos años en dicha institución obtuvo una beca para continuar sus estudios en Europa. Primero llegó a Madrid, donde permaneció dos años, instalándose en la Academia de San Fernando. De ahí se mudó a París, ciudad en la que fue atraído por las tendencias modernistas del arte.

Creador que se movía en planos imposibles de un tiempo circular, después de un periodo de intensa formación plástica e intelectual de casi dos décadas en Europa, Montenegro regresó a México a principios de 1920. A causa de un paro cardíaco, falleció en octubre de 1968.

Tras desempeñar diversos empleos, en 1921 participó en el movimiento muralista, en cuya primera etapa fue animador. No obstante, al desarrollar una obra más personal en caballete, se vió fuera de la escena ocupada por la vanguardia de la pintura pública.

Graciela Romandía, sobrina política y heredera de los derechos del pintor, contó durante la presentación varias anécdotas archivadas en su memoria. Entre éstas, destaca que para el artista, quien era un conversador incansable, el día más feliz de su vida fue aquél en que Vasconcelos le pidió que pintara un mural. Se desveló varios días, pensaba y pensaba sin lograr algo; cuando de pronto, después de enfrentar a la pared enemiga, fluyó su creatividad y aprendió nuevos procesos de creación.

Las memorias de Montenegro fueron publicadas en 1962, seis años antes de su muerte, en una edición de autor, con un tiraje de mil ejemplares.

En esta nueva edición, los Planos en el tiempo, la historia del autor cobra realce al incluir viñetas realizadas por él mismo en la época narrada, así como en sus años de vuelta a México.