¿Coincidencia o plagio?

Por Francisca Rivero Lake    

28-Ene-1999

 

Si bien es cierto que las coincidencias existen, ésta es demasiado grande. En la pasada edición de la Feria Internacional de Galerías, Expoarte Guadalajara 98, la Galería Oscar Román de la Ciudad de México presentó, entre múltiples artistas, la obra de Ricardo Porrero.

Porrero es un artista joven que empieza en el mundo del arte y para esta Feria presentó varias obras de una serie que trabajó durante todo ese año. El conjunto de las piezas que él denomina "Pintura Rupestre Contemporánea", consta de figuras humanas masculinas encapsuladas en grupos de color azul saturado sobre fondo blanco.

Cada tela está compuesta por varias de estas islas humanas flotando al azar en el espacio neutro y sin aparente comunicación o relación entre ellas.

La obra me pareció estéticamente interesante por el trabajo de composición y por la yuxtaposición de figuras azules sobre fondo blanco. Personalmente, no conocía la anterior obra de Ricardo Porrero, y lo que vi en esa muestra capturó mi interés.

El mismo Porrero, durante la Feria repartió tarjetas postales con una de estas imágenes y sus datos personales a manera de tarjeta de presentación entre los visitantes. Por suerte yo fui una de las afortunadas en recibir dicha tarjeta.

Un mes después de la Expoarte Guadalajara fui a Londres, y visité la muy conocida Saatchi Gallery. Este espacio es en parte responsable del auge que el arte británico joven ha tenido en esta década.

Figuras como Damien Hirst, Marc Quinn, los hermanos Jake y Dinos Chapman, son un ejemplo de lo que se presenta y expone ahí.

La Saatchi Gallery abrió en marzo de 1985. Max Gordon, uno de los arquitectos más prominentes de la Gran Bretaña fue comisionado por Charles Saatchi para convertir 10 mil metros cuadrados de bodega en museo de arte contemporáneo.

La misión de The Saatchi Gallery es la de introducir arte nuevo, o arte poco visto en el Reino Unido, a una mayor audiencia. La galería cuenta con una colección de más de mil piezas entre pintura, escultura e instalación.

Como buena seguidora del arte contemporáneo, adquirí el catálogo de su colección de arte británico de los años 90 titulada "Aguas infestadas de tiburones".

Fue aquí cuando llegó la sorpresa, al descubrir que la obra que acababa de ver en Guadalajara y que me había interesado estaba en tan afamada e importante colección, pero evidentemente en este caso, el autor no se llama Ricardo Porrero, sino Joanna Price, y la obra no data de 1998, sino de 1992 a 1994.

Price (Campile, Irlanda, 1956) usa como materia prima para su creación, fotografías del periódico, principalmente de disturbios y tragedias. En estas imágenes sólo figuran hombres, ya que las representaciones femeninas están concentradas y destinadas a las secciones para mujeres.

La falta de coherencia de un orden espacial, entendido a la manera Renacentista, previene la comunicación entre los núcleos humanos como si flotaran en nubes o en mar abierto.

Cada elemento sucede simultáneamente sin ser parte de una historia, su narrativa está inspirada en la gráfica popular irlandesa y el sentido del espacio de los relieves románticos y de las ilustraciones medievales. El color azul, según Price, evoca al arte religioso, y algunas de las poses tomadas por los personajes aluden descripciones de algunos mártires y santos, señala el catálogo de la exposición.

La inspiración de Porrero son las pinturas de las cavernas. "Ahora, el mundo se jacta de sus avances científicos, pero es incapaz de satisfacer espiritualmente al individuo. Se habla de globalización, pero no se menciona la crisis de valores, la soledad y, como consecuencia, la lucha por la identidad personal... Las imágenes flotan en el espacio, sin contar ninguna historia; únicamente representan monumentos congelados, con el propósito de sacralizar cada acción humana como parte de un ritual", declaró para la revista Paula el artista.

Si bien fue sorprendente verificar que la postal de Porrero y las imágenes de Price eran casi idénticas, más lo fue el pensar que alguien antes que yo hubiera notado tan increíble similitud, o que nadie haya dicho nada ante tal coincidencia, permitiendo que Porrero mostrara y vendiera en una galería de buena fama y nombre estas obras, y posara para revistas hablando de esta serie, exponiendo su cara, nombre y carrera.

Más que apuntar al grave problema que representa la inmensa similitud de estas obras de Porrero con las de Price, me pregunto qué es lo que está pasando con el mundo del arte en México.

Quiero pensar que ninguna de las personas implicadas lo hicieron con conocimiento de causa, sin embargo, esto demuestra el poco saber y la falta de crítica.

Creo que la falta de una crítica formal da pie a que este tipo de accidentes pasen inadvertidos y se multipliquen, que se pierda credibilidad a galeros, a quienes escriben en los medios impresos, y a los verdaderos artistas que crean a partir de una necesidad de expresión personal.

La autora es curadora independiente

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Ideas propias

Por Virginia Bautista 

29-Ene-1999

 

El galerista Oscar Romar, quien promueve la obra de Ricardo Porrero, rechaza que el artista haya copiado la obra de Price.

"En el arte no hay coincidencias, pero no podemos llamar a esto plagio, porque nadie descubre el hilo negro en el arte. Creo que Porrero sí vio la obra de Price y se influenció con ella, pero él desarrolló sus propias ideas".

Afirma que como galerista no le afecta este problema, ya que es algo que Porrero debe reflexionar y decidir el rumbo a seguir

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El Ojo Breve / ¡Plagio!, ¡fusil!

 

PoR Yishai Jusidam

REFORMA 10-Feb-1999

El 28 de enero Francisca Rivero Lake publico una nota en esta sección donde delata las sorprendentes similitudes entre ciertas pinturas recientemente expuestas del mexicano Ricardo Porrero y la obra en la colección Saatchi de la irlandesa Joanna Price. Después de sugerir que se trata de un flagrante plagio por parte del mexicano, Rivero Lake termina achacándole al medio del arte contemporáneo local, incluyendo la crítica, el que este tipo de fraudes pasen inadvertidos, instigación que merece eco en esta columna.

Como Rivero Lake, también lamento los conformismos y autoindulgencias que mantienen al arte contemporáneo mexicano en estado de eterna gestación, de promesa que nunca termina por cumplirse. La imputación de plagio plástico hecha por Rivero Lake, sin embargo, debe refinarse, pues, llanamente, el plagio plástico dentro del medio artístico no existe. Veamos por qué.

En el ámbito comercial, un plagio ocurre cuando se lucra con la creación ajena sin la acreditación requerida (el plagio es comprobable cuando existe registro o patente previo). El arte no es inmune a este tipo de delitos. En un caso controvertido, el afamado Jeff Koons tuvo que pagar una suma millonaria al autor de una tarjeta postal cuya imagen fue utilizada por Koons para su escultura Cadena de cachorritos (1988). En otro caso similar, Dennis Oppenheim tuvo que destruir una escultura pública que utilizaba sin autorización personajes de Disney.

Pero, ojo, cuando en los 80 Sherrie Levine presentaba sus fotografías de fotografías de Rodchenko, y Mike Bidlo exhibía sus Pollocks caseros, no se habló de plagio sino de "apropiación". El argumento que los justifica sostiene que la copia se convierte en un nuevo original gracias al acto consciente de recontextualización efectuado tanto por parte del artista como del público. Más allá de cuanto uno aprecie estas obras, a partir de ellas no es posible ya identificar el sentido estético de una obra plástica meramente con su imagen.

Esto ya había sido planteado por Richard Wollheim en Art and its objects (1968). Wollheim divide los productos artísticos entre individuos (obras que se identifican con su objetualidad física; las artes plásticas) y tipos (obras que se materializan como instancias de un registro -conciertos, representaciones dramáticas, proyecciones cinematográficas). Una pintura, entonces, puede copiarse y falsificarse, pero no se puede repetir, pues al "repetirse" se convierte, por necesidad ontológica, en una nueva obra.

Añadamos a lo anterior, aludiendo a Languajes of Art (1968) de Nelson Goodman, que las obras plásticas son "sintácticamente repletas", es decir, que su significado se deriva de la conjunción simultánea de sus partes, lo cual es más que la mera suma de ellas. Entonces, mientras una melodía o una trama dramática puede ser plagiada por creadores deshonestos, al extraer elementos pictóricos de obras existentes un pintor no plagia, pues es la totalidad de las relaciones internas de la obra plástica la que encarna su particular e irrepetible significado, y, fuera de esa totalidad, los elementos extraídos simplemente se reconformarán para contribuir al particular e irrepetible significado de su nuevo entorno.

Ahora bien, si Porrero no plagió a Price... ¿qué fue lo que hizo? Obviamente no se trata de falsificación, de copia, de apropiación ni de referencia a Price. Ninguna de estas categorías se ajusta al caso. Podríamos decir que, como Sergio Hernández deriva de Francisco Toledo, a lo mejor Price está ya haciendo escuela y Porrero es su primer seguidor. Pero esto tampoco tiene mucho sentido. Nos hace falta una categoría que defina el asunto, y propongo llamarle oficialmente el fusil.

Como el plagio entre las artes-tipo, el fusil ocupa la zona demarcada entre copiar y ser influido, entre la apropiación y la referencia. Pero mientras quien plagia pretende presentarse al público como un original (y no es inusual que personajes reconocidos plagien a novatos talentosos), el fusilador sólo aspira a ser percibido como miembro de un grupo exclusivo. Es decir, el fusilador no busca sobresalir sino pertenecer. Así, al fusilarse a Price, Porrero no busca destacar, sino simplemente ser considerado contemporáneo.

El predominio de fusiles en nuestro medio artístico es sintomático de su provincialismo. Incluso entre los más jóvenes y prometedores internacionalistas el fusil es un arma ampliamente utilizada. Este mes podemos encontrar en nuestras mejores galerías el fusil de la pintora rebelde Sue Williams por parte de Daniel Guzmán, el fusil de la brasileña Jac Lerner por parte de Ulises Mora y el fusil del setentero Michael Asher por parte de Stefan Brügeman.

El desencubrimiento de un plagio descalifica de inmediato al culpable, pero el de un fusil no. Pues si bien es hoy claro que Villalpando se fusiló composiciones de Rubens y que Goeritz se fusiló a Lucio Fontana, ello no afecta demasiado sus reputaciones. Quizás esto se deba a que, dadas las ya señaladas condiciones ontológicas y discursivas de la obra plástica, el fusil es como sea una obra diferente a su modelo. Sin embargo, el fusil nunca remontará su condición servil.

Para terminar, le propongo a la curadora Rivero Lake que, más allá de alarmarse por "el poco saber y la falta de crítica" de nuestro medio, intente ayudar a nutrir su credibilidad. Como sugerencia, emprenda el proyecto de investigación Fusiles mexicanos y háganos saber los resultados. Seguramente algo nos ayudaría su esfuerzo.

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         Niega Porrero plagiar a Price

 

Por Virginia Bautista y Francisca Rivero Lake

29-Ene-1999

 

El artista plástico Ricardo Porrero (1969) niega que su serie inspirada en las pinturas rupestres sea idéntica a la serie azul de la pintora irlandesa Joanna Price (1956), como se afirma en el artículo Concidencia o plagio publicado ayer en REFORMA.

Afirma que no hay fundamento para hacer una comparación entre su obra y la de Price, mucho menos acusar de que son idénticas, sin haber analizado a profundidad.

"La historia de la pintura y su evolución está llena no sólo de coincidencias, sino también de retroalimentaciones entre artistas. De entrada, hay una diferencia muy grande en cuanto a intención", explica.

Porrero, quien acepta conocer algunas obras de Price, se considera tan influenciado por ella como por Dalí, Bacon y Magritte. "Si hurgamos en cada una de mis piezas encontraremos puntos muy cercanos con muchos artistas. Y el trabajo de todos ellos me sorprendió por igual".

Asegura que su punto de partida para esta serie, que trabaja desde 1997, fueron las pinturas rupestres.Y que su preocupación es lograr una identificación del espectador consigo mismo, así como recuperar la precariedad de la existencia individual.

"En las pinturas rupestres encontré la necesidad del hombre por acercarse a la vida, una posibilidad para jugar con el tiempo y la memoria y una oportunidad de crear un mundo de remolinos y nebulosas que nos recuerdan imágenes que encontramos en los sueños", añade.

Dice que la propuesta central dentro de su obra es el movimiento y el hecho de experimentar con los planos, a diferencia de la de Price, cuyas piezas son más bien estáticas.

Aunque acepta que, al igual que la pintora irlandesa, inspira su trabajo en las fotografías en blanco y negro que aparecen en periódicos y revistas -de ahí sus obras monocromáticas-, Porrero aclara que el uso de los medios masivos como fuentes del proceso creativo data de antes de los 60.

"En este sentido, ni Price ni yo somos pioneros ni innovadores".

En cuanto a las figuras masculinas que flotan en pequeñas bases sin orden lógico alguno -otra similitud con la obra de Price-, señala que en su trabajo siempre ha hecho referencia a los hombres, porque le es difícil meterse en la problemática de la mujer.

"Son las imágenes que, inconcientemente, tengo registradas en mi cabeza y las que tengo más presentes por mis experiencias personales".

Menciona que retoma el color azul dado que presenta a sus figuras en una especie de bases o tapetes.

"Mi obra no es violenta físicamente. No hay intención de recrear asaltos o secuestros. Intento trabajar más con lo interior, la violencia mental".

 

Señala que sus preocupaciones temáticas siempre han sido las mismas, aunque las soluciones técnicas sean distintas. Esto es consecuencia de la constante experimentación que hace