Milenio, Publico.  Sábado 26-febrero. Actualización 05:11 Hrs.

Raúl Anguiano y su pintura hecha con palabras

 26-febrero-05

 

Dueño de una prolífica obra, el pintor jalisciense revela secretos y comparte algunos de los momentos decisivos de su existencia.

 

El artista festejará sus 90 años en la Casa de Cultura Raúl Anguiano ubicada en el parque ecológico de Huayamilpas. Fotos: Arturo Bermúdez

 

 

 

 

 

  

El artista festejará sus 90 años en la Casa de Cultura Raúl Anguiano ubicada en el parque ecológico de Huayamilpas. Fotos: Arturo Bermúdez   

Traza en su memoria el contorno de sus sueños. Se ayuda con el lápiz para dibujar en el aire los momentos que, considera, han definido su trayectoria artística. Raúl Anguiano (Guadalajara, Jalisco, 1915), quien hoy cumple 90 años, continúa poniendo color a su existencia.

 

En un delirio de imágenes, da dirección y volumen a su pasado. Recuerda que fue en Guadalajara, su ciudad natal, donde sintió por vez primera la necesidad de expresarse.
A los cinco años realizó su primer dibujo, el cual aún conserva.

 

Concibe su vida como “una pintura hecha con palabras”, a la que intenta darle tono, color, movimiento, luz, textura y profundidad.

 

Invadido por las pinceladas del recuerdo, dice que en muy pocas ocasiones ha celebrado su cumpleaños. De niño, este festejo pasó de largo, pues él era el mayor de diez hermanos.

 

“Que yo recuerde, empecé a celebrar cuando me vine a vivir a la Ciudad de México, a los 17 años. Pero debo decir que nunca he festejado demasiado esta fecha.”

 

Eso cambió hace más de 20 años. Cuando él y dos de sus más entrañables amigos descubrieron que tenían la misma fecha de nacimiento y por lo tanto, el mismo signo zodiacal. A partir de entonces, festejan juntos sus aniversarios, aunque Anguiano, con gran sentido del humor, se asume como “el mayor de los piscis”.

 

Historia en cuadros

 

Raúl Anguiano posee una memoria prodigiosa. No necesita recurrir al silencio para recordar lugares, países, museos, galerías, exposiciones, nombres y cargos de los funcionarios culturales del siglo pasado.

 

Sentado en un cómodo sillón de la estancia de su casa, el artista revela uno a uno aquellos instantes que han marcado su vida de una manera definitiva.

 

Mientras acaricia a su perro Tajín, confiesa que uno de sus momentos más felices fue, cuando a los 17 años, se le nombró profesor de dibujo de todas las escuelas primarias de Guadalajara.

 

“Con ese nombramiento pude trabajar y ayudar a mi numerosa familia. Nuestra fábrica de zapatos había quebrado, estábamos en serios problemas económicos. Sobra decir que hasta la fecha, los cuatro hermanos que me sobreviven siguen teniendo todo mi apoyo”.

 

Con el deseo de ampliar sus horizontes, se trasladó a la Ciudad de México en 1934. Sólo tenía 19 años.

 

“En esta gran ciudad entré en contacto con el movimiento muralista posrevolucionario y conocí a los grandes de la pintura mexicana: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco”.

 

 

 La pintura Cactus e iguana, que se muestra en el vestíbulo de su casa, está siendo plagiada y vendida en la Plaza del Ángel, denuncia su autor. 

La pintura Cactus e iguana, que se muestra en el vestíbulo de su casa, está siendo plagiada y vendida en la Plaza del Ángel, denuncia su autor.

 

 

 

 

En su paleta de vivencias, difícilmente se pierde el recuerdo de su primera exposición. Empezó con el pie derecho ya que este acontecimiento tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes. Expuso al lado de Máximo Pacheco, el ayudante de Rivera. Ambos fueron invitados por el poeta José Muñoz Cota, director del departamento de Bellas Artes, en la época del general Lázaro Cárdenas.

 

Todavía conserva el primer artículo sobre su obra, que apareció en el periódico El Nacional. Fue de la autoría del pintor, muralista y crítico de arte Fernando Leal.

 

“Ese apoyo fue determinante en mi carrera”, subraya el artista plástico.

 

Por su destreza, talento y habilidad como dibujante, la Art Student League le concedió una beca, en 1941 viajó a Nueva York. En el Metropolitan Museum tuvo la oportunidad de apreciar la obra de los grandes maestros, El Greco, Tiziano, Rafael, Rubens, Rembrandt. En el Museo Guggenheim a Picasso, a Van Gogh y a Cezanne, el artista que más ha influido en su carrera pues de él retomó la estructura geométrica de la composición.

 

Otro de los pasajes de su trayectoria, que le ha dejado una profunda huella, fue la expedición a la Selva Lacandona en 1949. “Fue parteaguas en mi carrera. Es el período de mi producción sobre los lacandones, la selva y los murales de Bonampak. Esta experiencia me impactó a tal grado que escribí un diario de viaje que es el testimonio vivo de todo lo que ocurrió en esa trágica expedición”.

 

Como punto culminante de ese viaje, Raúl Anguiano concibió la famosa obra La Espina. La pintó en óleo sobre tela, en el año de 1951, y actualmente forma parte del acervo del Museo de Arte Moderno (MAM).

 

“A la vieja María, quien era una lacandona, se le clavó una espina en un pie, me pidió mi navaja y con la punta la sacó. A pesar de que le sangró el pie, se incorporó y siguió caminando”.

 

Esta obra es muy conocida. Ha viajado por todo el mundo; “más que yo” dice Anguiano, quien anuncia que próximamente se mostrará en Viena, Austria, dentro de la exposición de arte mexicano, organizada por el MAM.

 

De su pinacoteca abstracta salen lentamente las líneas que lo llevan a evocar el nacimiento de sus hijos. La primera es Carmen, quien vive en Chiapas. Luego le sigue Marina, quien es antropóloga, y Pablo, quien se inclinó por la composición musical.

 

En su camino hacia el presente, señala que conocer a su esposa Brigita le imprimió a su vida un sello distinto. Se reencontró con el amor, la belleza y la comprensión.

 

“En Guadalajara empezó esta novela de amor. Ella obtuvo una beca estudiar en la escuela de Bellas Artes. En 1967 y luego de 30 años de ausencia, regresé a mi ciudad natal, para exponer mi obra y ahí se dio nuestro primer encuentro”.

 

Inagotable producción

 

Las personas piensan que la fama es sinónimo de dinero, pero están muy equivocadas. “No soy rico, ni tengo dinero” señala Raúl Anguiano, no sin antes recordar que está dispuesto a donar su obra al pueblo de México, siempre y cuando se conciba el Museo Raúl Anguiano.

 

Tiene años haciendo este ofrecimiento, el cual se podría concretar a través de la creación de una fundación o del apoyo de distintas empresas de la iniciativa privada.

 

Asegura no contar con los recursos económicos para materializar este proyecto, ya que a los artistas no se les paga decorosamente. Aunque a él no le ha sido difícil sobrevivir como artista. Su obra se cotiza bien el mercado del arte.

 

Su sensibilidad caracterizada por su sencillez expresiva, le ha permitido ser el artífice de una prolífica obra, la cual aún no está registrada en un catálogo.

 

“Es que probablemente me llevaría más de veinte años recopilar todo ese material. He producido miles de dibujos y grabados, cientos de obras de caballetes, entre óleos, pasteles, cerámicas, acuarelas y acrílicos. No podría calcular siquiera el número de todas las obras que hasta ahora he realizado”.

 

En un ejercicio de autocrítica reconoce que todo el trabajo que ha realizado en más de 70 años de trayectoria, sólo el 10 por ciento de su producción, realmente le satisface. No todo le parece exitoso o logrado.

 

Leticia Sánchez, Ciudad de México