No me siento viejo.- Anguiano
Afirma que el
lenguaje gráfico es el primero con el que se expresa el ser humano
Por Patricia
Cordero
Grupo Reforma
Cd de México
(15 febrero 2005).- ¡Basura, ba-su-ra! Es lo que quiero decir sobre el arte
contemporáneo. Quien no dibuja no es artista plástico", sentencia el
pintor Raúl Anguiano (Guadalajara, 1915), quien a sus casi 90 años ha sido
testigo de la evolución del arte mexicano del siglo 20.
Aunque niega
estar en contra de alguna tendencia en particular, el artista tapatío considera
que los jóvenes que "nomás echan manchas en la tela y hacen cosas
pornográficas" deberían aprender primero a dibujar objetos sencillos y
naturales.
"Eso les
aconsejo, porque lo demás es moda y las modas pasan. Les hace falta disciplina.
Será muy radical, pero es mi opinión, porque talento sí hay".
Armado con
sus lentes de pasta gruesa y vestido con la camisa a cuadros con la que trabaja
para no ensuciarse la ropa y los tenis que usa para caminar por el barrio de
Coyoacán, el artista dice llegar con mucha energía a los 90 años, que cumplirá
el próximo 26 de febrero.
"No me
siento viejo, se me olvida mi edad. Estoy trabajando, disfrutando de la vida,
comiendo bien, acompañado de mi mujer, Brigita. No siento la edad, y aunque no
tengo la energía de los 20, trabajo todos los días", afirma.
La primera de
las celebraciones organizada para este año tendrá lugar esta noche al
inaugurarse la muestra Raúl Anguiano en las artes gráficas (1915-2005),
organizada por la Academia de Artes en el Museo Nacional de San Carlos.
¿Cómo
descubrió su vocación por la pintura?
No es que la
descubriera, sino que el lenguaje gráfico es la primera lengua del hombre. Yo
tengo aún los dibujos que hice a los 4 o 5 años de edad, que conservó mi madre,
Abigail Valadez, y desde entonces no he querido hacer otra cosa que dibujar y
pintar.
¿Cuándo
empezó a trabajar con los grandes de la pintura?
Me
presentaron a Diego Rivera cuando estaba en el andamio pintando el muro norte
del interior del Palacio de Bellas Artes; él tendría unos 50 años. El contacto,
cuando menos viéndolo trabajar, fue la total inspiración y el enfocarme a ese
terreno (del muralismo).
¿Ha cambiado
su visión del mundo desde ese entonces?
Es casi la
misma. Soy un poco hijo de la Revolución mexicana. Mi padre, José Anguiano, y
mi abuelo, Graciano Valadez, se fueron a la lucha después del asesinato de
Madero, peleando contra Victoriano Huerta. Nací en 1915 y, entre batalla y
batalla, mi madre me llevaba en brazos a visitar a mi padre al cuartel.
Anguiano
recuerda, con toda exactitud, los años más importantes de su vida, como el de
1934, cuando acudió a la inauguración de Bellas Artes y descubrió los murales
que había visto pintar ahí a Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente
Orozco.
Incluso, los
muralistas emitieron gratificantes opiniones sobre la obra del "niño
Anguiano", quien fue uno de los fundadores del Taller de Gráfica Popular
en 1938, año en que presentó su primera exposición individual en Bellas Artes.
Al llegar a
la Ciudad de México en 1934, Anguiano se afilió a la Liga de Escritores y Artistas
Revolucionarios. En esa época, su trabajo se vio impactado por el movimiento
obrero.
"Aunque
mi padre tuvo una fábrica de calzado, fue aquí donde vi las huelgas, las
manifestaciones y también la miseria. Empecé a pintar la temática urbana de las
fábricas, de las carpas donde empezó Cantinflas, y del Salón México, a donde
iba a bailar con amigas gringas o intelectuales o gatitas recién bañadas",
cuenta entre risas.
"Soy
veterano en todo eso. Llevo tres cuartas partes de mi vida viviendo en esta
cabezona, tremenda, pero mágica ciudad".
En 1941,
Anguiano viajó a los Estados Unidos, donde estudió y enseñó pintura. Fue
también fundador del Salón de la Plástica Mexicana y dio clases en la Escuela
de Artes Plásticas de la UNAM.
Pero la
temática que más ha ocupado al autor de La espina es la indígena, desde los
peones que veía en los ranchos de Guadalajara, hasta su viaje a Bonampak en
1949 y las misiones culturales que propuso José Vasconcelos como Secretario de
Educación Pública en la década de los 30.
A la fecha,
el también grabador sigue trabajando a diario, cargando siempre una libreta en
la cual dibuja lo que más le llama la atención, como la exposición que visitó
recientemente del médico alemán Gunther von Hagens, inventor de la técnica de
la plastinación, Body Worlds, que se exhibe en el Science Center de California.
"Voy
trabajando por vivencias, por lo que veo, por lo que me provoca interés. Probablemente
pinte otro mural en California, quieren que haga uno más en el Politécnico y
otro en el Tecnológico de Monterrey. El problema es que no hay fondos para
pagar decorosamente", lamenta el Premio Nacional de Artes 2000.
¿Hay algún
sueño que le falte por cumplir?
Tener un
museo en la Ciudad de México; para lograrlo, estoy dispuesto a donar más de 200
obras a la nación, las mejores piezas que no he querido vender.
Anguiano,
quien cuenta ya en Guadalajara desde junio del 2003 con un museo que lleva su
nombre, conserva la vitalidad de la juventud; con casi 90 años, espera seguir
pintando y dibujando a diario. "Hasta
que se acaba la luz del día".
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