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Nos amábamos tanto, de Iñaki Beorlegui ATRAYENTE Y NOVEDOSA, bajo muchos aspectos lo es sin duda otra exposición que por estos días se ha puesto también a la consideración del público de Guadalajara en la planta baja del mencionado Ex convento del Carmen, y que consta de una colección de retratos al óleo, originales del joven pintor capitalino, pero avecindado desde hace muchos años en Guadalajara, Iñaki Beorlegui.

 

 

En nuestro medio abundan, por fortuna, muy diestros dibujantes, quienes suelen emplear ese don para abordar la figura humana, aunque una buena parte de ellos dedican ese virtuosismo sólo a manufacturar “monos” y “caritas”, tan inútiles cuan in-significantes, de tal manera que tal habilidad y sus productos han devenido en una mera fórmula adocenada y reiterativa “ad nauseam”.

 

Sin embargo, ¿quién se atreve a emplear su destreza para captar, dominar y transcribir las formas humanas en la realización de retratos? y ¿quién logra hacerlos no sólo como un ejercicio descriptivo o de acertada imitación de fisonomías y parecidos al modelo, sino con el empeño de expresar a través de la imagen, sensaciones anímicas y rasgos de carácter que son la sustancia misma del arte retratístico?

 

Muy pocos, y entre esos pocos que han emprendido tan riesgosa tarea se encuentra sin duda este joven expositor. Beorlegui no solamente ha intentado recrear una galería de personajes con pulso firme y capacidad introspectiva, sino que, mientras la mayoría de los retratistas contemporáneos, optan por el tradicional formato del medio busto o busto completo, incluidas extremidades superiores; éste, a semejanza de muchos clásicos del género, emprendió la tarea de retratarse y retratar a sus familiares, parientes, amigos, a sus mascotas y a sí mismo, ya sea de frente, de perfil, de espaldas o en posición sedente, pero de cuerpo entero y a escala natural, logrando así una serie de imágenes iconográficas históricas de gente de nuestro tiempo; y aunque no podría firmar que son obras totalmente exentas de fallas en cuanto a sus trazos, sí, en aquéllos que tengo el gusto de conocer, he encontrado una fidelidad muy estimable en cuanto al parecido, no sólo de sus rostros y expresiones, sino en otras peculiaridades físicas y de su masa corporal, resalte de volúmenes y propiedad de atuendos, todo lo cual fue proyectado sobre un fondo vacío, e iluminado con una coloración moderada, justa y sin estridencias, con lo cual Iñaki dio fe de que es un pintor que además de abordar el retrato, ha podido captar a sus modelos con una mirada afectuosa y reposada, aprovechándolos al mismo tiempo, como medio personal de expresión plástica e interpretación pictórica, pero a la vez tratando de hacer de cada uno, objeto de exaltación de su singularidad reveladora y proyectora de su personalidad; de poner a flote el pálpito vital y contenidos anímicos y de dejar fijo en fin, sobre la superficie del lienzo un documento plástico y testimonial del retratista y del retratado.

GUADALAJARA, JALISCO, MEXICO

 

Domingo 16 de Marzo de 2003