PINTORES DE LA
NUEVA ESPAÑA Cuando
nuestro país aún no era independiente y se llamaba Nueva España, la expresión
artística estaba al servicio de la corona española y de la Iglesia católica,
bajo el control de los peninsulares y los criollos. Con la pintura española
siempre como referente, a los artistas novohispanos
les correspondió la difícil tarea de plasmar las emociones de una sociedad en
discrepancia y fusionarla a través de su mano y su pincel.Gracias
al magnífico desarrollo del arte europeo, el Nuevo Mundo gozó de inspiración
y se le convidó de las delicias estilísticas que se hallaban del otro lado
del Atlántico. Dedicados
principalmente a la pintura sobre madera, lienzo o lámina de cobre, los
artistas plásticos de la Nueva España en los siglos XVI y XVII eran
manieristas (1) —al menos hasta mediados de 1600, cuando, de manera directa,
asimilaron la atmósfera del barroco—. Más adelante, con la fundación de la
Academia de San Carlos en 1783, los novohispanos
pudieron convertirse en artífices de una nueva forma de ver el mundo. Al
crear su propia escuela y formar a sus discípulos con gustos y preferencias específicas,
los pintores de la Nueva España sentaron las bases de una corriente que, sin
prescindir del modelo europeo, encontró una expresión particular que le daría
personalidad propia.Demos, pues, un vistazo a la
pintura novohispana y revisemos los nombres de los
pintores que le dieron vida a los retablos que, entre muchos otros lugares,
engalanan la Catedral Metropolitana, la iglesia de Santa María Tonantzintla en Puebla y la de La Profesa, que tiene una
gran pinacoteca. Hoy
todas estas obras constituyen una parte importante del acervo pictórico de
nuestro país.Sebastián López de Arteaga, Luis
Lagarto, Alonso López de Herrera, Andrés de Concha, Juan Cordero, Francisco
Antonio Vallejo, José de Alcíbar y muchos otros son
grandes artistas de la época en los que no podremos ahondar en estas páginas,
aunque no descartamos la posibilidad de hacerlo en una futura edición. Miguel
Cabrera (1695-1768)Miguel Mateo Maldonado y Cabrera
es el nombre completo de este artista que define mejor que ningún otro el
quehacer plástico de mediados del siglo XVIII. Fue pintor de cámara del
arzobispo de México y se le adjudican cerca de 300 obras. Su pintura Nuestra
Señora de Guadalupe llegó a la vista del papa Benedicto XIV quien, admirado,
exclamó que nunca antes en ninguna nación había ocurrido un milagro como el
del cerro del Tepeyac, en la Nueva España, lo que
convirtió a Cabrera en el pintor de cabecera de la Guadalupana.También
destacó en el género del retrato, pues no se limitaba a la aplicación de
fórmulas conocidas, sino que, a pesar de ellas, proyectaba a los sujetos y
pintaba su individualidad. Sus magníficos retratos de las monjas Sor Juana
Inés de la Cruz, Sor Francisca Ana de Neve y Sor
Agustina Arozqueta son tres homenajes a su
intelecto, belleza y obra. Otros retratos importantes son: Doña Bárbara de
Ovando y Rivadeneira y su ángel de la guarda, Doña Luz de Padiña
y Cervantes —que se encuentra en el Museo de Brooklyn—
y Fray Toribio de Nuestra Señora, entre otros. Juan
Correa (1645-1716)Originario de la ciudad de México,
es uno de los pintores más destacados de finales del siglo XVII y principios
del XVIII. De ello da cuenta su obra en la sacristía de la Catedral
Metropolitana, que sería suficiente para acreditarlo como una figura indiscutible.Uno de sus trabajos más asombrosos es el
llamado Asunción y coronación de la Virgen; realizaba obras tanto de temas
religiosos como profanos, pero su trabajo pictórico es mucho más extenso: dos
colaterales en la iglesia de San Pedro y San Pablo y el Apocalipsis lo
prueban. Correa fue un novohispano que defendió
siempre la figura del pintor para ser calificado como un artista. La
familia Echave Baltasar
de Echave Orio
(1558-1623), vasco de nacimiento, llegó a México en 1573. Su formación
estética se cimentó en los rescoldos del renacimiento, por lo que pronto
acusó la influencia del manierismo florentino. Ejecutó muchas obras
importantes en conventos e iglesias, entre las que se encuentra el espléndido
retablo de Santiago de Tlatelolco, pintado en 1609. Baltasar
de Echave Ibía (h.
1600-1644) fue el segundo de tres generaciones de pintores con el mismo
nombre. Cobijado siempre bajo la fama de su padre y su hijo es, sin embargo,
el más representativo de los tres, dado el momento histórico y la influencia
manierista que ejerció en la Nueva España. Tenía cierta predilección por las
tonalidades azules, de lo que es una muestra excepcional la Inmaculada
Concepción. Baltasar
de Echave y Rioja (1632-1682) nació en la ciudad de
México y fue una importante figura del barroco en la Nueva España. Su
producción artística se caracterizó por una pincelada suelta que brindaba la
sensación de movimiento a sus obras, como en El martirio de San Pedro Arbués
y El entierro de Cristo. Fue el último de la dinastía y supo mantener el
prestigio, al tiempo que acrecentó el acervo familiar de los tres prolíficos
artistas. José de
Ibarra (1688-1756)Fue alumno de Juan Correa y tuvo
influencia de algunos de los mejores pintores de la época, lo que lo
convirtió en uno de los más famosos y fecundos artistas del virreinato. Se
dice que era un pintor de dibujo fácil, aunque su Autorretrato muestra un
trabajo de mayor brío.Al igual que sus colegas
contemporáneos, se dedicó a la pintura religiosa, en particular en la
Catedral de la ciudad de México, con el retablo de la capilla de la Purísima
Concepción. En la Catedral de Puebla realizó La Inmaculada, La Asunción, La
invocación de María por Jesús Niño y la Adoración del Santísimo Sacramento,
obras que se encuentran situadas en torno del coro. En la capilla de San
José, del noviciado jesuita de Tepotzotlán, realizó
el Patrimonio de San José, el Tránsito de San José y
La huida a Egipto. Los
hermanos Rodríguez Juárez Nicolás
Rodríguez Juárez
(1667-1734) fue miembro de una importante dinastía de pintores novohispanos, bisnieto de Luis Juárez, nieto de José
Juárez, hijo de Antonio Rodríguez y hermano de Juan Rodríguez Juárez
(1675-1728). Su principal actividad era el sacerdocio, pues se inició en las
labores religiosas luego de quedar viudo, lo cual explica cabalmente la
diferencia en la calidad de las obras de su primera etapa y las que firmó al
final de su vida, trabajos de mucho menor cuidado y de hechura más débil. Su
primera obra, firmada en 1690, es el Profeta Elías. También destaca el
Retrato del niño Joaquín Manuel Fernández de Santa Cruz.A
su hermano Juan se le considera un artista con conciencia nacionalista, pues
si bien nunca descuidó los temas religiosos, imprimió en sus obras un sentido
de pertenencia. Como todo artista de la Nueva España, dedicó algún tiempo a
los retratos, entre los que destacan su Autorretrato y el del Arzobispo José
de Laciego. De suma importancia resulta también el
lienzo que pintó para el Retablo de los Reyes de la Catedral Metropolitana:
Adoración de los Reyes —que es posible apreciar en una escena de la cinta
Enamorada (1946) de El Indio Fernández, dentro de la Capilla Real de Cholula. Cristóbal
de Villalpando (h. 1649-1714)Se le considera uno de
los pilares de la pintura colonial y «el pintor por excelencia» de la etapa
barroca en la Nueva España. Sumamente prolífico, nació en la ciudad de México
y se dedicó a expresar su arte principalmente en composiciones monumentales,
en las que es notoria su evolución: desde el uso de tonos oscuros y sombríos
hasta la aplicación de colores de enorme luminosidad, como en Apoteosis de la
eucaristía, realizada en 1688 para la Catedral de Puebla.
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