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AL FINAL ERA LA LUZ

 

El trabajo de Miguel Ángel Martín del Campo Serrano se envuelve continuamente, invocando caminos sorprendentes e inesperados. Artista poliédrico, pero no ecléctico, un hacedor en el sentido más borgesiano del término.

 

Escultor, Pintor, Diseñador, pero sobretodo, un paciente constructor de visiones, Miguel no se contenta con frenarse en los resultados obtenidos y establece siempre un nuevo reto. Es ejemplo, Ésta, su nueva exposición: HACIA LA LUZ- VERSO L LUCE. Que pone en el escenario sus aspectos más extremos, aquellos más experimentales, donde juega con acrílicos y luces led, y también aquellos más tradicionales, podría decirse “naïf”, de una pintura directa y virgen, casi primitiva.

 

Como el caldo, que es más suculento cuando se utilizan las extremidades de un bovino (lengua y cola), Miguel introduce en su “court-bouillon” los estados extremos de la conciencia e invierte la banalidad de aquello que se cree ver para de ésta manera, poder comprender. Así surge un consomé con un sabor absolutamente inédito, que asimila la vista a el gusto, ofreciéndole nuevos nutrientes.

 

Después de haber investigado las raíces de su tierra, a través de sus leyendas y memorias precolombinas, ahora se proyecta sobre las cimas de las ramas. Como una hoja sensible busca abrirse paso hacia la luz y seguirla. Tropismos (o heliotropismo como en el caso del girasol) que le permiten capturar el misterio de la naturaleza.

 

Es ahí cuando cobran significado sus “flores-ojos”, o sus humildes caracoles (aunque al cuadrado). Pájaros detenidos in pleno vuelo, crisálidas de mariposas, flores en capullo recogidas antes de su magnífica floración. Suspensión de metamorfosis: momento del viaje hacia la luz, mínimas verdades escondidas detrás de la rutina de la percepción.

 

En tal modo, sugiere a la vista una desnudes esencial, quitándole aquella que alguna ves se había llamado “sobreestructura”, pero que ahora diremos “apariencia”, con todo aquello que es implícito, habitual a la maraña de imágenes que asedian y persiguen.

 

Nuestro autor sabe bien que aquello que creemos ver no existe o existe solo en la cabeza de quien lo observa. Es por ello que invierte el primer capítulo del evangelio de Juan: el verbo, y por lo tanto la luz; no está al inicio. Está al final. Esforzarse a ir al encuentro de este “logos”, es el único viaje posible para hallarse a si mismos y a la luz. El resto sería el turismo vulgar. Miguel, entrega el arte con un sentido de aventura y de descubrimiento, un caso particular y raro entre tantos tour operators que pierden el panorama con sus habituales y obvios viajes organizados.

 

Fabio Norcini

Fabio Norcini


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