Por: Teresa del
Conde
M'exico, 2003, Catálogo
Museo josé Luis Cuevas
Con dos décadas de
sólida trayectoria, Luciano Spanó presenta un
nutrido conjunto de su obra reciente marcada por el ímpetu de rendir
homenaje a la pintura. Una mayor madurez le permite en esta ocasión ofrecer
tres propuestas pictóricas que se caracterizan en primer término por su
solidez técnica y por la congruencia que se percibe entre a los modos de
hacer y lo que ha querido mostrar (que no demostrar) con ellos.
Durante los años
previos al inicio de la ejecución de estas obras, el pintor se volcó en el
estudio de los old masters,
visitando museos europeos (en Italia , Francia y
España principalmente), se diría que intentaba aprehender obras maestras de
la pintura de manera tal que sus autores le transmitieran las excelencias
de sus quehaceres, diríase que tanto por ósmosis
como por cuidadosa observación. El acostumbra tomar apuntes en sus libretas
de dibujo de los sitios que visita, así se encuentre en el Vaticano que en
el Museo de Orsay en París o en el MACO de Oaxaca. El resultado anterior a
la consecución de esta muestra fue un acucioso conjunto de pinturas y de
estudios neo-académicos cuyo efecto principal consistió en
perfeccionamiento de oficio, a la vez que acrecentó su conocimiento de la
figura humana. Pero lo más importante fue el poder “ver”, hacia adentro y
hacia fuera. Al decir esto no me refiero sólo a la disposición de mirar más
intensamente, sino también a la de albergar... Fuere durante la
contemplación de los originales, que en tiempos posteriores, la visión introyectada se convirtió en memoria. Memoria tento voluntaria como involuntaria, para seguir los
parámetros de Marcel Proust, que tanto amaba a
pintores como Chardin, Monet
y Whistler, por citar unos cuantos ejemplos.
Después de esta fase,
que incluyó trabajos de taller acompañados con ejercicios de autocrítica , acompañada de crítica por parte de sus
colegas y maestros, Spanó decidió que la larga
etapa de práctica preparatoria a la fase actual había encontrado su
finitud. Puede decirse que durante esos años previos a la actual exposición
perfeccionó, en su vida profesional adulta, sus estudios iniciales en la
Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (La Esmeralda) y en la
Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM ,
(San Carlos).
Hará aproximadamente
unos tres años decidió “regresar” a la época en la que se valía de los
innumerables recursos que proporciona la pintura abstracta para armar sus
composiciones, que en su caso son siempre representativas, puesto que
ofrecen en todos algún rasgo icónico o atmósfera reconocible. Pero, como
era de suponerse, el regreso no fue tal: pues ya desde Heráclito
sabemos que no es posible bañarse dos veces en el mismo río.
Conviene recordar que
esta fase de su trayectoria se ha visto enriquecida también por sus
ejercicios sur le motif (como acostumbraba a
decir Cézanne) ya fuere que se tratara de
desnudos realizados ante modelos vivos, o bien de la pintura de paisaje y
aún de naturalezas muertas. Exigente consigo mismo, pero a la vez
consciente de que es imposible revivir el pasado, recuperó el gesto, la
síntesis, el brío, el sentido espontáneo de la forma, la reconstrucción
memoriosa a la que se adhieren las vivencias del momento, tanto sensoriales
como espirituales , asociativas y emotivas. Su
recuperación es más dinámica y a la vez mayormente matizada que la que
privó en aquella época anterior que él obstinadamente se empeña en denominar
“abstracta”, aunque no lo fuera totalmente si equiparamos el término a lo
“no representativo” . Su sentido del color se
afinó y se enriqueció: el miedo, o más bien la precaución ante el color,
cedió paso a la asunción cromática plena en los casos en los que la
composición así se planteaba. Lo cual no quiere decir en modo alguno que
haya abandonado del todo sus arpegios predilectos.
Es posible percibir
tres rubros en lo que ahora entrega a la contemplación de sus espectadores.
El primero está integrado por dibujos al óleo sobre tela. En ellos, tal y
como corresponde a la idea que guardamos del dibujo, es el trazo el que
tiene la primacía , ya se trate de la barrida del
utensilio sobre el soporte describiendo un movimiento circular bloqueado
por una banda curvada o a la ambigua presencia de dos extremidades en
escuadra que escurren su materia hacia abajo, o bien de la contundente
silueta de un cuerpo que se antoja netamente perfilado de un solo trazo. En
estas piezas se manifiesta su predilección por realizar movimientos
envolventes que parten no sólo de la mano o del brazo, sino de todo el
cuerpo del pintor, un poco como las “coreografías” de los Action Painters. No debe
engañar a nadie la aparente simplicidad de estos trabajos, que en realidad
requieren de una muy considerable retaguardia, ( es
decir de lapsos muy largos de práctica con la brocha, el pincel, el carbón,
etc). Este proceder me trae a la memoria una
anécdota referida al libelo que el pintor James Abbot
McNeil Whistler
(1834-1903) dirigió al más famoso crítico de arte de su época: nada menos
que a John Ruskin, por
entonces Slade Profesor of
Fine Arts en Oxford. Este tuvo la osadía (pero
también la torpeza) de reclamarle el poco tiempo invertido en la
consecución de sus piezas. Pero Whistler tenía
razón: ese “poco tiempo” de ejecución libertaria traía consigo años y años
de práctica contínua, tenaz, rigorosa. Lo que
sucedió entonces fue que Ruskin, campeón
declarado de Los Prerrafaelitas estaba profundamente imbuido en el
detallismo y la factura minuciosa que caracterizan a pintores como Dante
Gabriel Rossetti (1828-1882)o
William Holman Hunt
(1827-1910) . Pero si recordamos que Ruskin, en
momentos anteriores, fue el admirador, estudioso ,
promotor y autoridad por antonomasia de Joseph Mallord
William Turner (1775-1851), las cosas resultan
algo menos comprensibles. Menciono ahora a Turner
porque algunas de las atmósferas actuales de Spanó
me lo recuerdan, sobre todo cuando avecina el ocre dorado a tonos
complementarios o contrastantes, como sucede en algunas de las pinturas
integradas a esta exposición.
El segundo rubro está
referido a pinturas realizadas sobre fondos que parecen neutros. En
realidad aquí ha optado por hacer vibrar colores como el verde o el rojo
fundiéndolos con pigmentos oscuros, un poco a la manera como Ad Reinhard componía sus cuadros “negros” que vistos a la
luz adecuada ofrecen un sin fin de tonalidades, luces en ausencia de luz,
se diría. Con Spanó estas superficies uniformes
se constituyen en soportes de presencias también muy libres: se diría que
funcionan como el negativo de los anteriores a través de una meditada
economía de elementos . Las imágenes -si es que
puede aquí hablarse de imágenes- que por ellos discurren adquieren un
carácter fantasmatico , como sucede, por ejemplo, en Alicia en el espejo, una
buena metáfora (que no ilustración) de la narración Through
the Looking Glass de Lewis Carroll. También en este conjunto lo que impera es el
gesto, más o menos intenso , sea saturado que
apenas insinuado por medio de un ritmo que corresponde a un solo movimiento
que no puede dar lugar a pentimento alguno.
Ciertos trabajos así efectuados parecen escenarios de la ciencia ficción , pienso por ejemplo en El nacimiento de la vía lactea que a través del título rinde un velado homenaje
al cuadro del Tintoretto del mismo nombre.
El tercer apartado se
integra de trípticos y polípticos de grandes dimensiones que representan la
síntesis de las mociones que ha venido cultivando en la actualidad. Han
sido realizados también con esta exposición a vistas, teniendo en
consideración los espacios del museo. No cuentan historias, es decir en
ellos no existe una narrativa a pesar de que los títulos rescatan por medio
de la metáfora algunos rasgos presentes en las composiciones. Los trípticos
tienen como bien se sabe una raigambre muy honda en la pintura renacentista
de temática religiosa y es la parte central de los mismos el eje principal
de la composición. Y si bien es cierto que en las piezas de Spanó cada panel –es decir cada tela- puede funcionar
independientemente de las otras , la realidad es
que han sido concebidos para que por lo menos en el museo se vean juntos,
lo que indica que el pintor ha tenido muy en cuenta la visión de sus
posibles espectadores, el primero de los cuales es, claro está, él mismo.
Las relaciones entre
el mundo percibido y la imagen son siempre muy complejas, como lo son
asimismo las relaciones entre la imagen y el espectador. Tanto que pueden
llegan a ser incluso problemáticas en todos aquellos casos en los que el espectador
tiene una idea preconcebida acerca de cómo debe “aparecer” la imagen. Al no
buscar la mimesis, sino por el contrario, buscando prescindir ya no sólo
del modelo, sino de la rememoración directa del mismo, Spanó
suelta su imaginario respecto a las formas que van a aparecer, incluyendo
las que corresponden a las anatomías de sus cuerpos. Admite accidentes,
pero siempre controlados y deja en cierto modo que la pintura se vaya
generando de acuerdo a sus propios requerimientos. Al mismo tiempo varias de
estas piezas son mayormente preconcebidas que las anteriores, con lo que
quiero decir que parten de una idea, y esa capacidad instantánea presente
en los dibujos al óleo sobre tela, en los que predomina el trazo, se
transforma en una actividad meditada . Persiste el
moto de volcarse súbito en el lienzo, pero hay meditación previa,
recuerdos, asociaciones con otras obras, tanto suyas como de viejos
maestros. Por ejemplo, a partir de su visión de la exposición de Tiziano en el Museo del Prado, él gusta de referirse
con gran encomio a las obras postreras del maestro veneciano, es decir, al Tiziano viejo, que murió cerca de los noventa años en
1576.
Su conocimiento
certero acerca de los propios ingredientes de la pintura, comienza con la
preparación de sus telas , pareciera que se empeña
en que lo que hace guarde la permanencia que tienen los cuadros de los Old Masters a través de las
etapas sucesivas de su realización. Ni en sus cuadros más acabados hay
contornos precisos, pues el contorno, como decía Leonardo, no pertenece ni
al cuerpo, ni a la atmósfera ni al aire. “el contorno es una superficie que
no es ni parte del cuerpo ni parte del aire, sino un medio interpuesto
entre el aire y el cuerpo”, decía el maestro de la Toscana.
Esto equivale a asentar que salvo excepciones, la línea que delimita o
separa en el dibujo lineal una figura de otra o de su entorno, queda sustituída en los trabajos que he intentado comentar,
por los bordes imprecisos de las superficies, por las diferencias tonales y
por la mayor o menor luminosidad de las áreas cromáticas.
Si algo no puede
negarse ni ponerse en duda es que Luciano Spanó , desde la
adolescencia, ha dedicado toda su vida a la pintura. El hecho de pintar es
cotidiano para él . Afirma que para él la pintura
es una actitud vital que se identifica con el transcurrir de la vida misma . “Es una comunión con el alma que llevo dentro”.
Veo que a través de lo que dice, asume en cierto modo el modelo del
demiurgo, pues alude a “los resultados químicos y físicos de la materia”
que mediante la acción pictórica (y dibujística)
“son capaces de transportarte a mundos y a valores que si bien son físicos
invaden siempre los ámbitos del espíritu”. Esta diferenciación entre
Espíritu y Materia , de raigambre humanista, es la
herencia en la que convergen las dos fuentes de su idiosincrasia: Italia y
México. Algo similar, muchos años atrás, le sucedía a Francisco Corzas,
cuya pintura Luciano Spanó ha admirado a
conciencia, cosa que tiene a bien admitir pese a que el posible influjo que
Corzas pudo haber ejercido sobre Spanó cuando
joven, ha cedido sitio a otras constelaciones de factores que quedan
manifiestas en esta exposición.
Spanó en Arcos Itatti
|
Por Teresa del
Conde
Periódico La Jornada, 22 de mayo de
2001.
La Galería Arcos Itatti, dirigida por Idelfonso
Aguilar, se localiza en el gran edificio construido por Teodoro González
de León, en un armónico contexto urbanístico que hace pensar a quien lo
recorre que se encuentra en otro país, sin que se sepa exactamente cuál:
el de una ciudad estadounidense como Dallas, o en los elegantes suburbios
de una capital Suiza. El edificio es un fuerte marco en esa zona, me
disgusta que se le conozca como "el pantalón", pero el apodo
llegó para quedarse.
La exhibición más
reciente allí expuesta, aún vigente esta semana, le fue dedicada a
Luciano Spanó, quizá como tributo a sus más de
25 años de estancia en nuestro país. El llegó algo menos que un
adolescente, con las primicias de lo que vendría a ser su vocación ya
esbozadas. Egresado de La Esmeralda, Spanó
siempre ha guardado profunda veneración por algunos de sus maestros, como
Ignacio Manrique, hermano del historiador de arte (en el campo del
grabado) y Luis Nishizawa entre otros.
Su cercanía con
José Luis Cuevas, indudablemente perfeccionó su formación, que tuvo un
hito importante hará unos tres años a través de la beca concedida por la
Embajada de Italia, que permitió permanecer al pintor en su región natal
(el Piamonte) por un año, recibiendo
entrenamiento suplementario en la Academia de las Artes en Turín y -sobre
todo- analizando el arte del Renacimiento y del barroco, durante sus
viajes de estudio por la península.
Desde su exposición
en el museo del Chopo. Per fare
un uomo, antecedida por el conjunto de desnudos
que presentó en el Centro Cultural San Ángel, se dedicó con persistencia
a dibujar y pintar desnudo "posado", ya fuera con una sola
modelo o con varios, mujeres y hombres. Integró un grupo de colegas para
estas sesiones. En conjunto tomaron la costumbre de salir a pintar
paisaje una ves por semana. Aquella etapa, para
todos ellos, equivaldría a un posgrado cursado
por cualquier académico y desde mi punto de vista les fue beneficiosa.
Es posible observar
ahora en la expresión de Arcos Itatti, que -sin
deshacerse de lo aprendido- Spanó se soltó, por
decirlo de algún modo a sacar de sí, con brío y con mayor sabiduría, lo
que le es propio, el gesto amplio, generado dice él "desde las
vísceras", sumando sumado a lo practicado con toda obsesiva
constancia. El resultado es gratificante. Y lo digo a sabiendas de que él
se encuentra en una etapa transitoria en la que retoma algo de su
anterior expresionismo, con juntándolo con la visión clásica que se le
incrustó hasta la médula durante la larga visita a su país.
La muestra es
Imágenes alegóricas. Un título algo discutible puesto que no hay en ella
una sola alegoría y sí varias metáforas existenciales, entregadas con
espontaneidad, libertad de brochazo o de espátula y hasta con una cierta
alegría que me sorprendió por parecerme, ¿por qué no decirlo? Un poco
ajena al carácter medio melodramático del autor, que quiere alcanzar lo
inestable y que siempre se ha mostrado profundamente preocupado por dar a
la pintura su verdadera dimensión, pensando que las épocas gloriosas del Giorgione, de Tiziano o
después en la de Caravaggio llegaron hasta Tiepolo. Creo que imaginó que tales puntos cúspide
podrían a fines del siglo XX y ahora principios del XXI repetirse en la
época en la que como bien dice José Manuel Springer,
la pintura "es un hecho cada vez más extraño".
El manejo que hace
ahora con el color es una novedad en él: los sienas,
cadmios, ocres y grises han cedido lugar a una paleta en clave alta, que
jamás es estridente, aunque sí rica y variada.
Observando con
detenimiento cada una de las pinturas, quien las ve, puede darse cuenta
de que ideó varias soluciones de acuerdo con los patrones compositivos
que se propuso. En la titulada Adagio, la figura, semienvuelta,
parece extraída de un frasco pompeyano. En El jardín de la comedia,
planta la figura femenina de manera distinta, como si fuera una sombra de
sí misma, tras ella hay un perro negro, y si de la Comedia se trata, su
presencia es necesaria, pues se trataría de Cancerbero.
Sea en ésta, que en
Natura (algo vangoghiana, predilecta de varios
espectadores) o que en cualquier otra, Spanó ha
abandonado el juego de la ilusión representativa presente en la etapa
inmediatamente anterior. No obstante, es indispensable reiterar que tal
etapa es la que ha permitido ésta. Sus tutores en el Fonca
(por ahora goza de beca) deben sentirse satisfechos.
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Dos exposiciones
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Por Teresa del
Conde
La Jornada martes 9 de mayo de 2000
Recientemente se
presentaron dos exposiciones, ambas buenas, en sendos espacios con
misiones y vocaciones que contrastan de manera radical. La que se
inauguró primero -en la Galería Oscar Román- correspondió al pintor y
grabador italo-mexicano Luciano Spano, quien tiene obsesión por pintar desnudos con
el alcance del de los grandes maestros que tuvo oportunidad de reexaminar
por espacio de un año en su país natal a partir de la beca que le
concedió la embajada de Italia. No es el único artista en México o en
otras latitudes que se propone cosas similares, pues hay suecos, daneses,
italianos, japoneses (excelentes, por cierto) ingleses, españoles,
etcétera, que persiguen afanes similares.
Si favoreciéramos
la creencia de que Spanó tomó esa opción con
miras comerciales, caeríamos en error radical. Las pinturas de su autoría
que lo tienen satisfecho son de grandes dimensiones y -salvo casos
específicos- es difícil convivir con ellas, con lo que quiero decir que
no encontrarán fácilmente compradores. Su trabajo y el tiempo que le ha
invertido está en proporción inversa a las posibles ganancias económicas
que pueda percibir, aun y cuando algunas de sus piezas se vendan. Dos me
parecieron excelentes: un Descendimiento (muy propio para la Semana
Santa), estructurado en forma piramidal, que mira de soslayo nada menos
que a Mantegna, pero sin tratarse de una glosa,
y un Rapto de las sabinas.
Spano trabaja de manera exclusiva
con modelos (varias mujeres y hombres), no se vale de la fotografía y
sólo usa el óleo. Junto a escorzos y composiciones que son un tour de force exhibió también cuadros de pequeñas
dimensiones. En algunos de éstos -los más recientes- se le vislumbra un
cambio en el modo de aplicar el color y una soltura digamos
''maestra" que permiten preludiar mayores logros si sigue en esta
línea, que no se equivale con sus incipientes incursiones en la temática
a la que aludo. Varios pudimos calibrarla en su exposición del Museo del
Chopo antes de su periplo italiano, donde estudió con un académico en
Turín. ¿Es anacrónico pintar o dibujar desnudos hoy día?, ¿por qué habría
de serlo? Si yo fuera espiritista le haría esa pregunta a sir Keneth Clark, autor de uno de los volúmenes más
leídos durante la segunda mitad de este siglo, me refiero, claro, a The Nude que va, creo, en
su reedición número 15.
Spano congrega a otros pintores
en su taller, con objeto de compartir a los modelos, de discutir y hasta
de polemizar. Entre ellos está un joven de unos 30 años que estudia
pintura en Israel con un prestigiado maestro, me refiero a Alejandro Goldberg, quien se propuso como tarea hacer versiones
(o apropiaciones) de dos óleos de Euan Uglow en el recinto donde se exhibe La mirada fuerte.
Pintura figurativa de Londres: ocho pintores ingleses, desde Bomberg hasta Uglow (que ha
llamado poderosamente la atención) pasando por Lucien
Freud, Francis Bacon,
Frank Auerbach,
Michael Andrews, Leon
Kossoff y William Coldstream.
Goldberg pinta frente al público. Spano quiso analizar de la misma manera uno de los
autorretratos de Lucien Freud,
pero se niega a hacerlo frente al público y entonces las cosas se ponen
difíciles porque sólo lo podría hacer los lunes, día en que el museo está
cerrado, pero no para los entrevistadores, grupos especiales, etcétera.
La exposición de
galería que formó contrapunto a la de Spano es
la de Yolanda Paulsen en la OMR. Es una muestra
neoconceptual, lo cual no quiere decir que no se haya concretado en
objetos (más bien instalaciones). Encontré esta vez en ella una
asimilación mejor de sus intereses espirituales que la han llevado al
ascetismo y al Zen. La muestra obedeció a un
título general, ''Te escucho". Sus productos tienen que ver con el
silencio, con la naturaleza, con la idea del baobab, el planeta que Saint
Exupéry creó para su principito cuando
deambulaba en el aire.
El aire es lo que
vincula las instalaciones de Yolanda Paulsen y
lo que más me llamó la atención fue mirar una especie de bosque, parecía
que de abetos enanos. No era tal, se trata de árboles bronquiales de
diversos animales, tratados con silicón y espuma de poliuretano. Sus
sombras se proyectaban al muro y la cosa podía ser muy poética, pero si
el espectador no sabía que se trataba de bronquios, o no leía la cédula
correspondiente, podía creer que esas formaciones eran vegetales, de aquí
el enunciado que les dio Paulsen: ''el árbol
que llevamos dentro". En esta muestra, el trabajo de montaje de los
objetos (bronquios, aigles, hojas cubiertas de
resina y cera o esferas, se trata de objetos) resultó esencial para su
buena consecución.
¿Qué tan conceptual
fue esta exposición?, tanto como lo son la mayoría de las ilustraciones
que se publicaron en el número 102 de la revista Tierra Adentro, que me
pareció especialmente pertinente. El concetto o
el disegno (que no se traduce como dibujo sino
como diseño interno) está en todo trabajo
creativo que valga la pena.
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Spano: el desnudo
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Por Teresa del
Conde
Luciano Spano, nacido en Italia en 1959, radica en México y
está integrado a nuestro panorama artístico desde hace más de tres
lustros. Se considera pintor mexicano y es adorador de José Clemente
Orozco, aunque no acusa influencia del gran jalisciense. Es egresado de
La Esmeralda aunque también tomó cursos en San Carlos y guarda veneración
a un maestro suyo (de La Esmeralda) que por lo visto contribuyó
radicalmente a su formación: Ignacio Manrique Castañeda, el distinguido
grabador. Luciano es un artista dotado, disciplinado, trabajador. Ha
recibido varias distinciones tanto en el salón joven de Aguascalientes
como en el ya desaparecido Salón Nacional de Artes Plásticas. De un
tiempo a la fecha se ha dedicado con tenacidad cercana a la obsesión a
analizar las apariencias del cuerpo humano, tanto femenino como
masculino.
Dada su formación y
su historia personal yo creo que resulta comprensible su elección. El
cuerpo es bello, deseable, querible,
independientemente se su morfología. Igual que sabemos que es el
instrumento del ánima (y no parece haber ánima sin instrumento que la
exprese) todos sabemos que perece. Entre otras razones es por ésta que la
trasposición artística del cuerpo ocupa lugar
princeps en la historia del arte. Luciano Spano
no desdice sus raíces italianas, que arrancan de Miguel Angel pasando por los antecedentes que depara Signorelli en Orvieto para
transitar por Rodin y establecer una sesgada
mancuerna con un pintor, también italianizante, ya desaparecido, a quien
según veo las cosas Luciano ha admirado: Francisco Corzas. No es que
entre ellos se parezcan pictóricamente, pero algo hay en el joven que
recuerda a aquel maestro, contemporáneo de Cuevas, de Tomas Parra y de
tantos otros, prematuramente desaparecido a través de un proceso que me
permito denominar ``suicidio blando''. De eso no hay nada en su joven
colega que como todo sobreviviente está decidido a proseguir hasta sus
últimas consecuencias por los difíciles y aleatorios vericuetos de la
pintura. Pintura que convive, cual debe ser en cualquier rama y modalidad
de las artes plásticas, con un continuo ejercicio del dibujo.Spano
exhibe actualmente en la Galería de Oscar Román (Anatole
France, Polanco) una serie de desnudos, todos
al óleo y en diferentes formatos, que configuran un anticipo de su
próxima nutrida exposición en el Museo del Chopo. Hay trabajos que aun
cuando pueden ser considerados como ejercicios son piezas conclusivas. Al
contemplarlos el espectador no desearía que tuvieran acabado o añadido
más. En cambio hay otros que suscitan preguntas: la distorsión, siempre
legítima ¿se debe a un propósito realmente buscado, como se percibe en
los escorzos? o bien: ¿es producto de apresuramiento y por lo tanto de
presión autoimpuesta?.
Siempre trabaja con modelo, pero debe advertir que los desnudos de Spano jamás pretenden ser naturalistas (a lo Courbet) aunque sí ``realistas'', es decir, si bien
se perciben gestuales, pretenden captar los rasgos fundamentales del modo
en que el cuerpo del hombre o de la mujer son sentidos en el momento en
el que se esbozan en la tela sus lineamientos básicos. El gesto de este
pintor es amplio, no ajeno a los procedimientos de la pintura abstracta,
que en su aspecto lírico resulta ser catártica. Pero la simple catarsis
con no poca frecuencia resulta ser nociva para la pintura; felizmente
aquí hay algo más que catarsis: dedicada práctica cotidiana. Spano es proclive a privilegiar una cierta gama colorística que es casi arpegio monocromático: usa
carmines, bermellón, tierras, ocres, blancos mezclados, negros sobre una
base ya coloreada en rojo-óxido a partir de la cual se van extrayendo
luces y sombras, realzadas con veladuras. Se afianza al claroscuro como
punto básico en sus escuetas composiciones y en esto encuentra su propia
retórica, deudora en ciertos casos de Rembrandt,
o al menos así es como yo lo siento. Ocasionalmente, introduce azules en
los fondos, que siempre son neutros. No hay complemento alguno en lo que
propone: sólo los cuerpos, actuantes, gesticulantes, posando a veces a la
manera de los ignudi de la Sixtina
(que parece conocer muy bien), o simplemente ofreciendo las entonaciones
y texturas de sus carnes desnudas iluminadas por una luz cálida, que pone
en relieve los accidentes de la piel. Con estos recursos alcanza efectos
de gran impacto. Ocasionalmente, una franja vertical u horizontal sugiere
un ámbito, cosa que en lo personal me parece un acierto y que debiera
quizá explorar más.
Tiene el tino de
titular sus pinturas. De otro modo todas serían ``desnudo 1; desnudo
2"; etcétera. Al nominarlas las personaliza indicando una tendencia
afectiva hacia ellas: actitud romántica para nada despreciable. Menciono
algunos de sus títulos: Uomo di mare, Victoria,
El incrédulo, Lontano da me, Piedra filosofal,
Recuerdos. Sus títulos no tienen que ver con algo que él se propone de
antemano, pues bautiza una vez que el cuadro está concluido asociando las
palabras a la morfología y gestos de sus cuerpos. Estos no son
personajes, no tienen identidad: son sólo cuerpos que se describen a sí
mismos.
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Luciano Spanó en el Museo del Chopo.
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Por: Teresa del
Conde
Periódico "La Jornada",
Martes 26 de Noviembre de 1996, Página 28
Dieciocho pinturas
casi formando una ambientación de cuerpos humanos pintados al óleo,
pueden observarse en el Museo Universitario del Chopo, recinto adecuado
para una exposición de esta índole, pues todos los formatos son grandes y
se necesita buen tiro visual para apreciarlos desde distintos ángulos.
Al mismo pintor
debe haberle resultado difícil imaginar el aspecto que ofrecerían sus
obras ya museografiadas cuando las miraba en el
ámbito recoleto de su taller. Su proyecto para la muestra que comento es
ambicioso, lleva varios años de estarse pergeñando y tuvo una primera
fase de exhibición en el Centro Cultural San Angel,
hace más de cuatro años. La serie comprende este conjunto de pinturas
exhibidas en el Chopo más otras, de tamaños diversos, que han tomado vías
de exhibición en muestras colectivas y en la individual presentada en el
Galería Oscar Román.
La exposición es
conclusiva. Cierra (o abre otras posibilidades) una etapa en la
trayectoria de este pintor, durante la cual se ha dedicado a explorar la
morfología y el movimiento de los cuerpos humanos: femeninos y
masculinos. Es un trabajo que se ha realizado pintando ante modelos. Se
adivina que el autor dicta las poses y que éstas tienen su retórica en
momentos clave en la historia del arte, partiendo de Andrea Mantegna, pasando por Miguel Ángel y culminando con Rodín.
Asimismo está
presente, tal vez de manera subliminal, José Clemente Orozco; hay un
cuadro en donde las figuras hacen un friso que en posición invertida
recuerda la peregrinación de Las dos Américas
en la Biblioteca de Dartmouth College. Sin embargo tengo por cierto que Spanó, nacido en Italia en 1959 y radicado en México
desde 1974, año en que incidió -en La Esmeralda- su formación como
grabador y pintor, no conoce estos murales, aunque sí conoce y admira
profundamente un conjunto considerable de obras del gran jalisciense a
quien los pintores jóvenes de hoy no han dejado de admirar ni un ápice,
tal vez porque avanza en muchos aspectos las modalidades de la nueva
figuración y aun las de la transvanguardia.
Otro resabio que puede
encontrarse en fragmentos de ciertas pinturas está referido a Francisco
Corzas, si bien la configuración de los cuerpos difiere radicalmente en
uno y otro. En Spanó hay un ímpetu que mucho
tiene de gestual (de aquí su predilección por los formatos grandes), como
si los recursos propios de modalidades más abstractas, que él ha
cultivado, se impusieran sobre su figuración de ahora.
La idea de
ejercitarse, de realizar ejercicios en aras de apoderarse de la
representación del cuerpo humano, es patente en varios de los cuadros
exhibidos. El espectador que se enfrenta a este conjunto aprecia en
primer término su totalidad, el esfuerzo pictórico realizado y la manera
como las masas, el color, las luces y las sombras han sido manejadas.
Después, observando obra por obra, empiezan a aparecer rasgos, zonas,
trazos que dan cuenta de dos cosas: por un lado existe una retórica (en
el buen sentido del término), que persuade en unas obras más que en
otras, y por otro, existen también ciertas arbitrariedades -no referidas
al manejo de escalas- que desde mi punto de vista son producto del
carácter de "ejercicio" que privó en una serie mucho más amplia
que el conjunto exhibido.
Luciano Spanó declaró lo siguiente a Alberto Hijar, quien escribió el texto de presentación para
su exposición El cuerpo de otra manera en el Centro Cultural San Ángel:
"Hace tiempo que mi investigación en pintura se ha dirigido hacia la
comprensión del espacio tridimensional en el plano. Profundidad,
perspectiva y atmósfera han sido la preocupación en mi trabajo".
Si bien la muestra
actual puede, en un sentido, considerarse como secuela de la antes
realizada, en otro aspecto presupone un modo distinto de encarar la
pintura de los cuerpos. Hoy día la duplicación, los ejes en contrapposto, los escorzos y cambios de escala, las
agrupaciones, el modo de tratar la piel de los cuerpos (la piel es límite
que tenemos con el otro, con lo que nos rodea) parece más bien
encaminarse a reflexionar, a filosofar se diría, sobre las metamorfosis
radicales a las que los cuerpos están sometidos. Cuando yo vi algunos de estos cuadros en el estudio del
artista, no conocía los títulos, veo que son connotativos, es decir, que
dictan una posible lectura de las composiciones, comenzando por el que
arma la muestra: Per fare
un uomo.
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