LA JORNADA miércoles 25 de octubre de 2006 → Cultura → Cuando pinto afianzo mi ser, descubro mi fuerza vital

ENTREVISTA / LUCIANO SPANO PINTOR

Cuando pinto afianzo mi ser, descubro mi fuerza vital



REGRESA A MEXICO PARA PRESENTAR DE MIS MEMORIAS

MONICA MATEOS-VEGA



Luego de tres años fuera de México, Luciano Spanó, italiano de nacimiento, regresa para mostrar los cambios en su obra. En entrevista habla sobre sus técnicas de trabajo, la evolución de su crear y los nuevos temas para sus cuadros

El pintor Luciano Spanó se encuentra en México para presentar, luego de casi tres años de ausencia del país, una exposición individual de su obra reciente. La muestra, titulada De mis memorias, está conformada por una serie de cuadros realizados a petición de la galería Kin (Paseo del Río 89-5, Chimalistac), en los cuales se perciben trazos austeros, de una sola intención, pero "con mucha fuerza".

En entrevista con La Jornada, el artista narra que lleva más de 25 años reuniéndose semanalmente con amigos y colegas como Daniel Lezama, Boris Viskin, Mario Núñez, Gonzalo García y Gabriel Arévalo para dibujar, pues se trata de "un ejercicio fundamental para el desarrollo de una persona que trabaje la escultura, el grabado o la pintura. El dibujo constante es vital para mantenerte alerta y con pulso vivaz, fresco".

Spanó nació en 1959 en Saluzzo, provincia de Cuneo, Italia, pero desde 1974 adoptó a México como su terruño. Realizó estudios en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, y participó en el taller Posada de Aguascalientes, así como en el de Técnicas y Materiales de Pintura impartido por Luis Nishizawa.

Se inició en el oficio de pintor siguiendo una línea abstracta, luego se volvió figurativo y, obsesionado por el detalle y la figura humana, llegó a ser "casi hiperrealista".

Ahora, sin abandonar su pasión por el cuerpo humano, ha regresado a la abstracción, ya que su obra pretende conectar la energía vital que anima su pincel con las emociones del espectador.

"Quisiera expresar con mi pintura las angustias, el dolor, la belleza o los sentimientos de felicidad que uno va cargando durante la vida. Pongo toda mi pasión en ello. Pobres de las personas que aunque tienen muchas entradas económicas o grandes éxitos materiales deben hacer una labor por la cual no sienten ninguna pasión, porque ello es contradictorio a una vida sana y feliz", asegura.

Spanó siente que la figura humana, el gran eje sobre el cual ronda su obra, "se ha integrado a mí; ahora, si mancho una tela, si doy una pincelada, si me vuelco o hasta si aviento una materia al lienzo, salen figuras. En las manchas veo figuras que, desde luego, después voy trabajando".

Los cuadros que conforman De mis memorias (que se inauguró el martes pasado) están realizados con una técnica que se llama de pútrido -llamada así por el mal olor que tiene-, explica el artista: "es un método muy lindo, antiguo, que consiste en mezclar huevo con óleo y pigmento blanco para dar, primero, una texturización. Seca mucho más rápido que el óleo y no es una materia plástica como los acrílicos. Tiene la ventaja de ser muy luminosa.

"Después, trabajo con precipitaciones, que en realidad son escurridos manejados. Esto me permite tener la tela húmeda y en precipitación durante varias semanas. Voy, toco, sigue escurriendo, se pierde la figura, la vuelvo a encontrar, encuentro otra figura o un detalle muy determinado que al otro día no existe. ¡Eso me encanta!"

Obra viva

-Es como si la obra estuviera viva.

-¡Exacto! Eso sucede durante varios días. Es un trabajo aparentemente sencillo, pero puede llevar hasta seis meses. Estas pinturas las empecé en enero y las terminé hace apenas un mes.

-¿Cómo es ese diálogo que establece con cada uno de sus lienzos?

-Es una búsqueda de lo interior, de mí mismo. Sobre todo en el primer proceso. Es una manera de descubrir mi propia fuerza vital y de trabajo, y afirmar mi propio ser.

-¿Las obras le hacen preguntas?

-Sí, muchas y muy complejas, cuestionamientos alrededor del arte, como saber si realmente todo lo que siento y pienso está transmitiéndose hacia la persona que va a ver mi trabajo. Muchas de mis dudas consisten en ello. Es cierto que pinto para mí, pero cuando muestro mi obra siento mucho miedo de que todo ese mundo que me he creado durante meses se caiga en el momento de que alguno de mis amigos pintores me diga 'oye, Luciano, ahora si te la jalaste, cómo es posible'. Es un riesgo.

"En esta investigación en particular llevo tres o cuatro años, es poco tiempo. Siento que necesito muchos años más, pero también sé que atrás tengo la experiencia de más de tres décadas. Aquí está la duda, pero también la seguridad y el reconocimiento.

"En mi primera época abstracta no concreté mi búsqueda, era una pintura opaca, un trabajo de paleta y puesto, es decir, hacía la mezcla de los azules en la paleta y hasta ahí, podían ser colores muy vivos, pero no luminosos en sí mismos. Después, al trabajar la figura, encontré a través de las veladuras y transparencias la luz."

-¿El hallazgo de la luz es la gran respuesta que le está dando la pintura?

-Sí. La luz. Empecé con una obra oscurantista. Inclusive Raquel Tibol me había puesto, junto con unos amigos, como integrante de la transvanguardia mexicana, y eso era: esa pintura agresiva, dura, con negro y amarillo, con unos verdes terribles que, si bien demuestran también un sentido humano, a través de mi vida he ido descubriendo la luz, que es sinónimo de felicidad, pero también es la angustia, que nos da temores.

-¿Cómo ha sido la experiencia del intercambio continuo de ideas y vivencias con sus amigos y colegas?

-Todo empezó porque necesitaba dibujar, entonces con Viskin, Gustavo Aceves, Manuela Generali, Mauricio Sandoval, José y Miguel Castro Leñero decidimos reunirnos para dibujar. Y eso fue todos los lunes, por toda la vida.

"Es como querernos, mimarnos, apoyarnos, sentirnos una familia, colegas. Hubo un momento hace cuatro años, a mi regreso de una beca en Italia, que les dije, 'vamos a salir a pintar al campo'; entonces en dos autos nos fuimos a todos los alrededores de la ciudad de México a trabajar como pintores de caballete, a la manera de los impresionistas.

"A partir de aquello, en París estoy llevando a cabo una experiencia maravillosa: estoy pintando puentes. Allá no está más que mi asistente, pero hago cuadros monumentales, de 3 o 5 metros. En una mañana armo todo un trabajo sobre cada puente, pues pasa la gente, hay hallazgos. Salir a la calle es muy importante, y la fidelidad al lápiz, al dibujo, es la fuerza."