Varias personalidades en el campo del arte y la poesía rinden homenaje a una gran amiga… a una gran artista: Leticia,  en el texto la conocen  la quieren la sienten la proyectan la inmortalizan.

  Proporcionados por Leticia Gómez Ibara a Claudio Jiménez Vizcarra
para el Museo CJV




Para Leticia

Leticia pinta un cuadro.

En su mano, el pincel,

es una terca libélula

empeñada en cabecear

contra el gris abismo del lienzo.

 

Alta la mañana, olorosa a eucaliptos

entra por la ventana de su estudio.

Yo la veo girar, alejarse y volver

como de tierra extraña,

para luego golpear todos los grises

con la espátula.

 

Imagino soledades y van surgiendo plumas,

escamas, lentejuelas de agua y esa sombra

del pico amenazante sobre nuestras cabezas

desplegando dos alas tras el sueño.

Parábola del vuelo y de la libertad:

águila que se anuncia.

 

Nunca se vuelve a ser el mismo

y el alma se revuelca

después de haber andado la luz

que sangran las calles de La Habana

me dice con descuido-

en la pulida mañana de Guadalajara

bajo un cielo, de tan azul y limpio,

irreal.

 

¿Quién sopla a sus oídos?

¿Quién dicta ese color que ahora le brota,

ese afán de dejarnos la piel

contra las cumbres?

¿Qué misterio nos guarda para el ojo

ese pájaro enorme que riela

bajo el oleaje de su lienzo?

 

Leticia pinta un cuadro. Yo me lo invento todo.

Yo ficciono ese instante, en que su mano,

atrapa al águila: pedazo gris de eternidad

que luego comprará, indiferente,

algún coleccionista.

 

Mientras ella pintaba, yo sé

que el aire se ahogaba con una danza de Cervantes;

la sal del Malecón nos salpicaba

y lamía la piel como a una vieja casa.

  

Nelson Simon - Poeta del Pinar del Rio

Guadalajara, FIL

Domingo 25 Nov. 2001

Primer lugar Poesia. Año 2001, Cuba

 

Brevextura

A Lety Gómez Ibarra, en las veredas...

 

Por el alba el color consuma al silencio

Cuántas manos son las sombras?

una lámpara es el acto del desdén,

son más los dientes de la estrella,

la bufanda que nos quema los anillos y los dedos;

el coral se ha secado,

el mantel y sus palomas...

 

Pero brindemos en burbujas de oro,

la salud de esos pordioseros de la vela,

la referencia es el tequila que se vació en la cama

El animal y su sexo giratorio deambula entre

las cigarras y los retablos del funeral,

al horizonte la flauta es el reproche de un pájaro heredado.

 

¡ Anhelo!

 

Con certeza el espejo es el vestido del fantasma;

vertió su cara la moneda,

aquellas tardes, aquellas,

suponían el riesgo del arcoiris,

las letras del arcoiris,

los pintores arrojaron lanzas a la niebla,

Dios esperó la noche para decir:

"la luz es la saliva del otoño"

a la luz , tu luz ...

 

Mario González, 20 de Agosto de 1997

 

 

A Leticia y su Pintura

El brazo del mar

en que desagua el río

es de un color de plata azul.

 

Azul bruñido

azul pulido

azul, azul

color de ti.

Ramiro Torreblanca

Guadalajara, Jalisco, Enero 1993

A la pintura "Agazapados"

 

Versátil, fulgurante, primigenio.

 

Con la arrolladora fuerza

del nacimiento de la vida;

 

Entre estertores de tierra

que se baña en su propio fuego.

 

 

Felicitas Moreno

Mayo de 1992

 

Para encontrar a Leticia

Para encontrar a Leticia, hubo que desmontar de sus pinturas fruteros de normes sandías, mandarinos, limas bodegones con triadas de peces verdeamarillo, azulmorado, botellas luminosas que se abrazan de los hombros en noches de celo. Desmonté también floreros de altos agapandos, frondas e incendios de flor de calabaza.

Pero Leticia es criatura de mar... y a veces se muestra encubierta de arena, conchas, cantos y resaca... es iris en atrevidos crepúsculos lunares, oleajes verdeazuleando al cielo, retándolo, retándolo hasta el sol.

Las palmeras en los pinceles de Leticia danzan eróticas brisas para que en asonancia los brazos, el talle, los muslos y dedos de manos y piernas conlleven el vaivén del mar, siempre del mar...

Por Leticia supe que del mar nacen los ojos, el movimiento y el paisaje. Colores furiosos. Los viajes del alma. Las olas de los cuerpos, polinización de peces sobre el terciopelo de aterciopeladas anémonas.

Pincela Leticia pincela; coloréanos horizontes para vergüenza de los vivos que están muertos.

María Luisa Burillo

 

A  Leticia Gómez Ibarra

   

Nombro a una mujer tibia

para que ella a luz a quien pueda escribir

de los siete días líquidos:

 

Porque ha llovido

he pasado unos días de mucho frío interior

donde crecen mis ganas de quedarme en estos pies

que a veces se detienen

para retrasar todo: el siglo por venir: su voz de incertidumbre

en los pulmones

 

respirar

suave, lento

casi no respirando

como si respirar fuera un acto aprendido

y nuestro cuerpo no fuera

suficiente para vivir

del aire

que no es

aire

 

Esto es tan solo el tizne

que habremos de limpiar con nuestras manos.

También a la esperanza hay que dejarle sitio

para que no la ahogue nuestra respiración

Pero es la lluvia

tanta

que congela

 

Así que debemos nombrar a una mujer

con la costilla rota

de la palabra madre.

 

Hay que soplar muy fuerte bajo el barro

que antes formara a Dios

para romper el hielo

de nuestra propia lengua

 

Hay que hacerla venir  de entre los muertos

que descienda de su cielo de mar

y nos desdiga.

 

Luis  Armenta

 Del libro  de poemas  

 Ciertos milagros laicos

Con ilustraciones de Leticia Gómez Ibarra

Presentado en el Feria Internacional del Libro

en Guadalajara Jalisco  el sábado

7 de diciembre  2002

 

 

 

Queridísima:

Gracias por esa luna que se desgaja igual que la sonrisa por tu cara. Por esos seres que pueblan su interior y atestiguan lo blanco que del cielo cae a cobijarnos. Por ese lienzo que se deja querer en una intimidad de arena y pergamino. Gracias por la sorpresa de encontrarme en la cima del monte sin haber dado un paso... aunque sí: nuestra amistad da un paso al permitirme deambular por tu pintura. Un beso (que se desgaje, también, sobre tu cara).

 

 

Luis Armenta Malpica

Carta de Luis Armenta a Leticia

 

Breve crónica de la niña
que se tragó al mar.

El mar fue arrastrado por la lengua y con enojo vio cerrarse la boca tras su paso. El cuerpo de la niña se entintó de añil y su piel tuvo el sabor de la sal que se compra en el mercado. Sus pupilas reflejaron viejos barcos y sus labios fueron puertos de otros labios. Un florero se rompió en la casa oscura y6 tres arañas diminutas hilaron la historia de la niñamar tan solitaria. Ah, la niñamar tan solitaria como el pino que se asoma por el turbio ventanal de la memoria, de un viejo arrepentido de sus años. La niñamar tiene ahogado el corazón y algas y peces, pulpos delfines y ahogados, derraman su sombra sobre esa piel esmerilada y lacia.

Caven la fosa lo más hondo que se pueda, caven, caven hasta encontrar un río avergonzado que la quiera llevar entre sus brazos y la haga vomitar doce mareas en lugar santo.

 

Mario Heredia

Guadalajara Jal Enero 14 de 1999