Expone mañana Kraeppellin

La exposición contiene obras que datan de 1977

Carolina Martínez

Guadalajara,  México (6 septiembre 2007).- MURAL   "Adrii" es el nombre de la exposición que abrirá mañana Juan Kraeppellin en El Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, del 7 de septiembre al 4 de noviembre.

La colección incluirá trabajos del actor que datan de 1977 a la fecha, 127 pinturas, 96 dibujos y 37 esculturas, además de un altar dedicado a Dadá y dos instalaciones.

Así se llevará a cabo una revisión del trabajo del artista durante los últimos 30 años de su trayectoria, una de las más prolíficas en la escena contemporánea mexicana, para muchos expertos.

Los asistentes a la exposición podrán disfrutar de los ejemplos de su innovadora, desafiante y caótica obra, en la opinión de muchos, que invitan a la reflexión y a un mundo fantástico, plagado de elementos mitológicos y una autorrepresentación de lo sexual.

"Juan José es un creador que no puede inscribirse en las corrientes que han predominado en la pintura de Jalisco, desarrolló una forma de producción artística que lo colocó en el territorio de la marginalidad, trascendiéndola a través de un violento reclamo de su lugar en el arte", lo describió Alicia Lozano, la curadora del evento.

Mientras que el artista, en su muy característico tono irónico, aseguró que lo que más desea es perderse, platicar y quedarse para siempre como un Buda chichón.

"Quisiera tener un chingo de brazos para hacer cosas bellas, una fiesta lúdica llena de colores, de formas y de interrogantes... siempre estoy anhelando llegar al estado búdico de comprenderlo todo sin necesidad de pensarlo", dijo el artista.

 

 

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público

Kraeppellin se apodera del Museo de las Artes

 

El recinto universitario ofrece una muestra retrospectiva del trabajo del creador jalisciense. Es la primera vez que el espacio abre todas sus salas para un solo artista, que presenta pintura, escultura, dibujo e instalación.  

 

 

El artista cumple 30 años de trayectoria dentro de la plástica. Foto: Paula Islas

 

 

 

 7-Septiembre-07

 

 

 Pocos artistas pueden presumir de tener un mecenas. Juan José Ávila, mejor conocido como Kraeppellin, no sólo puede presumir de ello: también puede jactarse de que el apoyo de José Aguilar —su principal coleccionista— ha durado más de 30 años y ya propició la creación de una asociación que busca conservar y difundir su obra, Enfokarte. A esto, el artista suma, a partir de hoy, otro privilegio: el Museo de las Artes de la UdeG presenta una retrospectiva de su trabajo. Por primera vez el recinto universitario abre todas sus salas para ofrecer un recorrido por el trabajo de Kraeppellin, algo que no había ocurrido con ningún otro artista. La exposición, que tiene un título tan singular como el autor —... caminando por el muelle del existencialismo, descubrí un yate muy simpático y misterioso que voceaba la frase: suban a la nave de los locos, que va a empezar el viaje...— es además un doble regalo: por sus 60 años de vida y 30 de trayectoria en la artes plásticas.

 

La relación entre Kraeppellin y José Aguilar es fruto de una coincidencia. Cuenta el artista que, en 1977, estaba preparando un lienzo para realizar un cuadro. Puso una capa de acrílico transparente y lo dejó a secar recargado en una viga. Al caer la tarde y tras un olvido, recogió la pieza, en la que habían quedado marcados dos puntos en relieve. José Aguilar vio el cuadro en la plazoleta que está fuera del teatro Jaime Torres Bodet y preguntó cómo se llamaba. Kraeppellin contestó que eran “las tetillas de una marciana”. Al final, el título fue “Desnudo ultraterrestre”: el primer cuadro que José Aguilar adquirió. Le puso una casa al artista y comenzó a financiarlo para que pudiera trabajar. “Lo protegí porque consideré que era un artista de excepción”, señala el mecenas.

 

Las peculiaridades del Kraeppellin van más allá de su trabajo plástico, donde lo mismo ha hecho pintura que dibujo, instalación, arte-objeto y escultura. Es, todo él, un personaje. No duda en interrumpir a quien está hablando, así sea el mismo José Aguilar. Si éste dice que “para comprender al Kraeppellin hay que subirse a su dimensión viendo su obra, leyendo sus poemas...”, el artista interrumpe y completa “durmiendo con él”. Si Sunny Ramírez, directora del museo, hace la presentación de la muestra, el creador rompe la solemnidad y motiva a los fotógrafos a que lo retraten.

 

Mientras comienza a hacer un recorrido por la exposición, Kraeppellin saca de su maletín una barra de surimi. Posa, otra vez, para las lentes y luego se la come. Camina por las salas y explica que, al momento de trabajar, prefiere “óleo, cartón, espátula, solventes, vidrio”. Para las esculturas, dice, no hay como el alabastro. “Es una piedra maravillosa, dúctil, sutil. Donde le das el chingadazo se cae el pedazo justo”. De la nueva generación de artistas locales, Kraeppellin afirma que “hay creadores asombrosos, con obra contundente, muy talentosos, pero a ver si pueden trascender”. De la exposición, asegura que quedó maravillosa pero se dice indignado por “la pinche presentación” de unos cuadros. “Están jodidos. Le metieron tanta lana a esto, trajeron tanta gente para que saliera una porquería, todos los cartones están ondulados, una mierda que salió”.

 

La exposición retrospectiva de Kraeppellin, con obra de 1977 a 2007, se inaugura hoy, a las 20:30 horas, en el Museo de las Artes (López Cotilla 930, esquina Enrique Díaz de León).

 

 

 

El líder de los pintores malditos*

 

• Descubrí en los setenta a un personaje singular: desgarbada altura, rubia cabellera, picuda barba y llamativa indumentaria. (Se me figuraba una combinación del tío Sam, Ginger Becker de la Crema e Ian Anderson, del grupo Jethro Tull.) Con el tiempo fui descubriendo más a tan extraño personaje: se autonombraba Kraeppellin, inspirado en un psicólogo alemán, según me comentó en alguna ocasión. Era diseñador, pintor y escultor. En 1983 yo inauguraba la galería Magritte. Un día antes se presentó el Kraeppellin para pedirme que lo incluyera en la exposición. Al negarme, me pidió que exhibiera una escultura arte-objeto, que había pintado al alimón con Javier Campos Cabello. Accedí con la condición de que la colocáramos al fondo. En la inauguración apareció el Kraeppellin y no pudo ser más espectacular: llevaba una carriola, adornada con luces de colores y en su interior una cabeza de puerco maquillada. Fue lo mejor de la noche. Tiempo después le pregunte qué había hecho con la cabeza. Me platicó que, al día siguiente, la desmaquilló y se la llevó a alguien que vendía pozole, recuperando lo que había costado. El Kraeppellin continúa fiel a su personalidad, controvertida, irreverente y desinhibida, como un eterno desafío a la moral conservadora de la ciudad. Tiene un sello incuestionable, líder indiscutible de lo que podría llamarse la generación de los pintores malditos.

*Extracto de un texto de Paco Barreda, realizado hace dos años

 

 

 

 

   

  Guadalajara•Édgar Velasco Barajas

 

 

INAUGURACIÓN

Fotos: Ines Palomar