"La cinematografía pictórica de Jorge Rocha"

 

Javier Ramírez

Roland Barthes escribió que "la pintura puede fingir la realidad sin haberla visto". En las pinturas de Jorge Rocha ese fingimiento adquiere visos de realidad concreta e identificable. Las imágenes que contienen las obras de este artista, sin dejar de ser una realidad estrictamente pictórica, nos remiten a escenas de la vida cotidiana que nuestra memoria se empeña en dar como ciertas. Y es que cuando se mira un cuadro de Rocha, la mente, por asociación de imágenes, reconstruye escenarios y situaciones que en verdad nunca ha visto, pero que le resultan familiares y reconocibles. Y sin embargo el verismo de sus escenas nada tiene que ver con el hiperrealismo, puesto que ha hecho un nuevo y significativo arreglo de la realidad, cuya existencia es un acto de oposición a la realidad natural de la que se nutre.

   ¿De dónde provienen esas ciudades y esos personajes pelones que parecen posar para una invisible cámara? Imposible saberlo. Los mecanismos de creación y la psicología que la impulsa son insondables. Uno puede, en el mejor de los casos, aventurarse a decir lo que le parece que hay detrás de estas pinturas. Sobre todo porque desde sus inicios este creador ha mantenido un discurso visual definido y a estas alturas ya identificable. La evolución que han experimentado sus personajes es palpable. Recordamos que en sus primeras exposiciones, las figuras parecían estar sumidas en una depresión permanente y reflejaban en sus rostros un profundo desencanto por la vida, y en el conjunto de piezas más reciente se han tornado algo pícaros y juguetones, aunque algunos también manifiestan cierta fingida alegría, como corresponde a seres que no encuentran su lugar en un mundo donde todo es apariencia.

   Una mirada cinematográfica parece haber capturado la serie de imágenes que armarían una cinta cuyo argumento queda al gusto del espectador. Imaginemos, entonces, que las acciones transcurren en alguna ciudad fronteriza del norte. Una vista desde las azoteas nos permite ver los edificios de unas hipotéticas ciudades. Alguna escena tiene lugar en el antro donde una cancionera ebria y un par de hastiados músicos entretiene a los parroquianos cantando su propia desgracia. No falta, desde luego, la secuencia onírica, en la que el personaje se desdobla. Luego, la cámara se desplaza hacia zonas urbanas representativas del país vecino y, como Gabriel Figueroa, se regodea con los cielos de uno y otro lado de la frontera. No sería una película de narcos al estilo de los hermanos Almada, sino una en la que el tema de la identidad cultural saldría a relucir en cada secuencia, sobre todo tratándose del retrato de una zona geográfica donde los constantes movimientos migratorios y el complejo entramado social producen híbridos a cada momento. Y qué son los personajes de Rocha sino seres producto de su visión de la agobiante variedad de signos y símbolos que las masas citadinas se tragan diariamente y luego convierten en parte de su individualidad.

   Imposible dejar de mencionar que todas las tomas de este filme deben su eficacia a la diestra mano del director y operador de la cámara, y a los recursos técnicos preparados e inventados por él mismo.

   Como un artista medieval, Rocha muele los pigmentos y mezcla aceites y lacas industriales para hacer sus óleos y pasteles. Más aún, no ignora la época que le tocó vivir y con sus conocimientos en informática ha creado su propio programa de pintura, con el que elabora piezas digitalizadas en las que trabaja con mucha mayor precisión los detalles y reflejos. Venturi decía que "las técnicas de la pintura son infinitas, o mejor, no hay pintor auténticamente artista que no tenga una propia perfección técnica, diferente de la de todos los demás". Jorge Rocha es uno de esos artistas que han hecho de la técnica un elemento fundamental para que sus ideas plásticas se materialicen de la mejor manera posible. Hay que añadir lo que el crítico e investigador portugués Mário Dionisio escribió acerca de esto mismo y que viene a ser un resumen de lo que Rocha es como creador: "Cada artista depende de su material y lo perfecciona. Lo respeta y lo integra a su ersonalidad. Pintando, lo reinventa". El mundo pictórico de Jorge Rocha basa su eficacia representativa en la técnica, elemento catalizador de una psicología que, una vez materializada, nos toca por todos lados.

 

Presentación de Javier Ramírez para el catálogo El Aire- Origina julio 2001