Jorge Alzaga

El mundo fantástico e imaginario

Por: Nicolás H. Sánchez-Osorio Fotos: Pedro Barrera

 

El maestro Jorge Alzaga nos recibe en su casa-estudio en la Colonia Roma. Atrás: El inicio del adolescente, 2004. Óleo sobre tela, 175 x 130 cm.

 

 

n el estudio de Jorge Alzaga de la calle de Sinaloa, en la Colonia Roma, se pasa del bullicio de la ciudad a un total remanso donde la solitud, la nostalgia y la fantasía se han convertido, me imagino, en una de las motivaciones del espíritu creativo de este notable artista mexicano, a quien desde hace años sigo con pasión y gusto. El espacio de esta casona erigida a principios del siglo XIX —una de tantas construcciones porfirianas tan envidiadas hoy por los diletantes del buen vivir—, ofrece este ambiente simbólico, donde los lienzos, las pinturas empiladas, el coleccionismo y un montón de recuerdos, parecen apoderarse del momento.


El tiempo, el pasado, los sueños, los anhelos y por qué no: también las desilusiones, parecen estar presentes en esta habitación de donde surgen permanentemente y a lo largo de unas ocho horas diarias las ideas. La inspiración de Alzaga se impregna. En su haber va generándose una armonía luminosa que lo ha guiado por la vida. Parece vivir sumergido en ese mundo de colores que comunican la orden del momento en cada tela. Así sucede con la magia de la inspiración. Aparece y uno se apodera de ella.
En mi pintura me gusta mucho hablar del pasado, me dice Alzaga, apostado en el marco de la puerta, viendo hacia el caballete que detiene un lienzo de gran formato, en donde una lánguida mujer recibe las últimas pinceladas del creador. Ese otro cuadro que ves allá, —y me lo señala— habla de mi infancia… ese otro es mi adolescencia… Un poco de surrealismo, un poco de simbolismo y a veces expresionismo. Pero sobre todo mucho color.


Para Jorge Alzaga su pintura es toda imaginativa. No deja de recurrir a la simbología, elemento que invariablemente se encuentra en las escenas de cada una de sus obras, Alzaga prefiere no hacer pintura “digerida”, como él la llama. Insiste en el hecho de que el público tiene que encontrar el mensaje de su obra en cada uno de sus cuadros. Que se metan en ese mundo, y que a través del tiempo, se tengan interpretaciones diferentes.


Tanto en retratos de personajes del pasado, como en sus naturalezas muertas se encuentra esa voluntad del pintor por descifrar la leyenda del tiempo ido sin que el telón se corra por completo. Y platicando sobre el tema, me salta a la vista un lienzo en donde las sillas se elevan alrededor de una mesa que también deja el piso. El pintor plasma un sentimiento de abandono y añoranza: se nos van las cosas: ¡todo se nos va!… y no lo podemos detener, nos dice para ilustrar con palabras ese sentimiento que simbólicamente recitan algunos de sus cuadros.


Estudiante en la Esmeralda durante cuatro años del '54 al '58, pertenece a un grupo de pintores luchones que se abrieron paso, cuando en México eran pocas las galerías y menos aún los coleccionistas. Su vocación se define cuando a los 12 años gana un concurso nacional de pintura. Fueron los años en que trató a Diego Rivera y a Frida su esposa antes de su muerte. También fue la época en que conoció a Siqueiros antes de que lo encarcelaran. A los 18 años puso su primer estudio, y al recibir el premio que le ofrece la Plástica Mexicana atrajo el interés de la galería Misrachi, en México, y de otra galería en Canadá con las que comienza a darse a conocer.


De ahí surgió el grupo Nueva Presencia, con Belkin, Francisco Icaza, Corzas, Rafael Coronel, Emilio Ortiz, Xavier Arévalo y José Luís Cuevas. ¿Cuál era su filosofía plástica?: el expresionismo manejado con símbolos. El mismo con el que hoy se expresa. Todos estábamos pintado algo parecido, pero Belkin e Icaza, nos reúnen y es así que le damos un nuevo rumbo a nuestro arte. Era el año de 1961…


Los dos pintores de mi generación eran: Rodolfo Nieto y López Loza. Con ellos hice mis primeras exposiciones y participé en las primeras colectivas. En 1958 con Francisco Caracalla un art dealer muy conocido de la época —que manejaba en su Galería del Paseo de la Reforma a Guerrero Galván, a González Camarena, a Carlos Orozco Romero, y a otros pintores de Jalisco—, hice mis primeras exposiciones en su Galería de Arte Moderno, donde comencé a vender mis primeras obras. Desde entonces la armonía guía la vida del pintor.


Alzaga ha pasado por tres etapas que han alimentado su carrera, interrumpida en 1971 durante ocho años, cuando deja los pinceles obligado por las circunstancias a raíz de la muerte de su padre, y se tiene que poner al frente de una familia de 11 hermanos.


Cultivó el expresionismo (1959-1963) muy influenciado por Kokotchtka, y aplicó colores que le habían inspirado las pinturas de Caravaggio. Más tarde regresó a la pintura figurativa (1971-1975), tiempo durante el que se consagra a una búsqueda constante para reafirmar su vocación. Ese regreso fue desgarrador: había perdido la sensibilidad y la agilidad de antes. Pero sus ansias y su amor por su quehacer vencieron la dificultad de aquella desvinculación que tuvo con el arte. Actualmente el abstracto le ha permitido auscultar una nueva posibilidad para su pintura: enfrentarse con el espacio. Esta es una nueva alternativa que lo motiva.


Jorge Alzaga insiste en que los colores de su paleta son diáfanos y armoniosos. No le gustan las estridencias ni lo altisonante. Lleva un color a la tela y lo pone en su paleta solamente hasta que puede dominarlo. Trabaja con pincel, con espátula, con polvo de piedra pómez, o con arena, lo que le permite lograr texturas nuevas en sus óleos.


En la década de los 70´s cuando Alzaga regresa a la pintura, observa la madurez que habían alcanzado sus colegas, y se concientiza del tiempo y los años que se le habían ido. Emprende una tarea de actualización realizando algunos viajes a Nueva York donde dedicaba horas en el Metropolitan a admirar las obras de los grandes maestros de todos los tiempos. Esta contemplación le permite abrir su campo expresivo. Jorge resuelve la composición espacial considerando a la música como un recurso para explicar la armonía redescubriendo la belleza de la obra de Tamayo y de Matisse.


En esta búsqueda, Jorge decide participar de la abstracción y durante algunos años la fuerza del color y la técnica dominan su producción. Años después en 1975 regresa a la forma, planteando argumentos fascinantes que le dictan sus nuevas inquietudes.
Cuando regresé a la pintura a partir de 1971 se decía que mi obra se parecía a la de Corzas, con quien llevaba una gran amistad. Entonces, me fui alejando del figurativo para buscar nuevas tendencias hasta que en 1975, el abstracto me abrió los ojos para enfrentar el espacio con una libertad total para desarrollar la forma y el color. Con nuevos colores, muy de la época renacentista, que no tenían nada que ver con lo que estaba haciendo entonces. De ahí se desprende la tercera fase de mi pintura en 1975, cuando inicio un vaivén entre lo abstracto y lo figurativo. Ahora estoy alternando. Y he encontrado una riqueza enorme en la pintura.


El óleo impone ciertos tiempos. Y es la razón por la que un pintor que respeta esta técnica no puede producir mucha obra. Pintar óleo es diferente. Es más lento y hay que esperar a que seque la pintura para poder intervenir en la obra. El pintor Alzaga consagra entre ocho y diez horas a su arte. Y es así que sus creaciones pueden cubrir una demanda importante de coleccionistas y de museos.


Los personajes de Alzaga nacen de la intimidad, de sus secretos, de lo profundo del ser. El gran tema de su pintura es la luz explotada por el pintor en esos rostros y esas sugerencias femeninas. Una tridimensionalidad y una volumetría que se antoja en el siglo XXI como natural, en días de una gran modernidad y en un contexto pleno de originalidad.


El maestro absorto de su pasión por la pintura quiere dedicar sus futuros trabajos a la fusión de su etapa abstracta con la figurativa. Su energía luminosa ha de guiarlo en su camino donde la luz se transforma en notas de color infinito.


“Espero en la pintura el momento. Pero cuando me llega. Nada me para…”

Jorge Alzaga

Estudio: Sinaloa 141, Colonia Roma.

México, DF, 06100

Tel: 50 96 03 45