30 de mayo de 2005 | 21

Pasaje cultural

FOTO: ABEL HERNÁNDEZ | GACETA UNIVERSITARIA

Epitafios para un hedonista

Pinturas de Humberto López Trejo

Diez cuadros del pintor tapatío permane­cerán expuestos hasta el 26 de junio, en la sala de jóvenes creadores del Museo de las Artes.

Los personajes de estas pinturas asu­men la felicidad como una tragedia diverti­da, comentó López Trejo, cuya obra ha sido presentada en espacios como la Puerta 22, el Foro de arte y cultura, y el bar galería Les fleurs du mort.

¿Hasta qué punto somos capaces de algo grotesco para conseguir un poco de placer?, pregunta el artista. Alguna vez, cuando visitaba un cementerio de la ciu­dad, observó con detenimiento los epita­fios y le asaltó la duda de quiénes serían los personajes ocultos bajo las tumbas. Ese hecho, y una crítica acerba al carác­ter hedonista de ciertos individuos, es lo que dio forma a la nueva serie del pin­tor.

Sus cuadros han sido seleccionados va­rias veces para el Premio de pintura “José Atanasio Monroy”, y en fechas recientes participó en la exposición colectiva ¡Quiero ver sangre!

Bufones, payasos y demás personajes de la sociedad que hacen del placer un principio de vida protagonizan la exposi­ción de López Trejo, quien se inició en la pintura hace 15 años, de manera autodi­dacta. ■

 

 

 

07 de junio de 2005
El Brujo y su galería de hedonistas
Epitafios para un hedonista está en el Museo de las Artes
por: Roberto Carlos Contreras

   En su infancia, Héctor “El brujo” López Trejo solía deambular por el panteón Guadalajara. Llamaban su atención los epitafios en las criptas, cuyo contenido le hizo pensar en el caracter hedonista de ciertos individuos; imaginar cómo fueron y hasta dónde serían capaces de algo grotesco para conseguir un poco de placer. El resultado está plasmado en su exposición Epitafios para un hedonista, montada en el Museo de las Artes de la UdeG.
   La obra de López Trejo es una navaja de doble filo: es un tributo al morbo de la infancia de El brujo, y es una burla irónica de quienes desean ser hedonistas pero carecen de los recursos socioeconómicos para serlo. “Es burlarse de quienes creen que emborracharse en una cantina de mala muerte se equipara a una fiesta con el dios Baco, o que ir un domingo por la mañana a Lindo Michoacán es como pasar unas vacaciones en el Nirvana. Es una farsa”, comenta el artista.
   Los personajes de El brujo, asumen la felicidad como una tragedia: “quieren aparentar ser las personas más solventes hacia su placer”, dice. En “la esencia de un poeta”, un hombre con un gorro rayado y con un tiburón atravesando su cabeza acaricia un gato rojo que, en plena imitación, porta un pico de ave. Su mano está en posición de escritura, pero frente a él, una figura sin rostro es quien escribe en una libreta. “El poeta tiene de hedonista eso mismo. Lo puse así porque cuando no se tiene un poder de adquisición es muy dificil pasarla bien. Habrá mucha gente que diga que sin dinero lo pasa de maravilla, pero ahí es donde radica una falsedad. Vivimos en una sociedad en la que la cuestión económica se refleja de manera muy cruel”, expresa López Trejo.
   Los personajes de El brujo son todos farsantes. Así, una monja es sorprendida mostrando sus zapatos de baile y su actitud arrabalera. En otro cuadro, una mujer se besa a sí misma en un espejo que refleja a un maniquí robotizado.
   La exposición sirvió también para inaugurar la sala de jóvenes creadores en el Museo de las Artes de la UdeG, que se abre para cualquier formato de creación. Para El brujo, el panorama luce algo complicado: “están surgiendo espacios importantes, pero las agendas están atiborradas y tienes que hacer cola hasta con un año de antelación, y en algunos lugares te piden un gran respaldo curricular que difícilmente consigue un jóven”.
   Epitafios para un hedonista se exhibe en el Museo de las Artes de la UdeG, ubicado en el cruce de la avenida Vallarta y Enrique Díaz de León. Entrada libre.
   

 

 

Acerca de Humberto López Trejo, “El brujo”.

 

El sobrenombre de El brujo, cuenta, le viene por consumir sustancias alucinógenas como la silosidina o la mezcalina, y de lo que ha logrado con la lectura del libro Las plantas de los dioses. “En realidad me gusta [el apodo]. No es como otros sobrenombres como ‘el Cacotas’ o ‘el Patotas’. Eso sí está feo”.

 

Nacido en Guadalajara en 1969, El brujo se maneja en la pintura de manera autodidacta desde hace quince años. Siempre viajando por la corriente figurativa.

 

En 1994 ingresó a la escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara, misma que abandonó casi al término de su carrera. “Decidí no terminar porque me sentí decepcionado. El nivel de una escuela que pertenece a una universidad debe ser mucho mayor, aparte están los problemas administrativos; se perdían las calificaciones, me daban credenciales sin sellas... son cosas que llevan a pensar que no te quieren ahí”.

 

Su obra ha sido expuesta en lugares como El Foro de Arte y Cultura, La Puerta 22, y el bar galería Les Fleurs du Mort. Sus cuadros han sido seleccionados en varias ocasiones por el Premio de Pintura José Atanasio Monroy. Recientemente participó en la obra colectiva Quiero ver sangre, que se montó en el Exconvento del Carmen, y en Colotlán.

 

- ¿Crees en Guadalajara como Capital Americana de la Cultura? “Como que ha comenzado, por eventos que se realizan en el paseo Chapultepec o en el Exconvento del Carmen, la colectiva de artistas australianos. Por algo se empieza. Aquí en Guadalajara hubo un tiempo en que las autoridades eran muy decadentes en el sentido cultural, y hasta hace dos o tres meses se han dado cosas interesantes. El nombramiento sí es exagerado, pero a veces es cuestión de mercadotecnia turística”.En su opinión, la calidad de los artistas jóvenes tapatíos es buena. “Hay pintores muy buenos y muy jóvenes como Carlos Larracilla, Fernando Arredondo o Carlos Maldonado. Sólo hace falta presupuesto y gente que los sepa llevar a buen camino”, comenta.

 

 

 

Epitafios para un hedonista

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La verdadera felicidad consiste en la serenidad que resulta del dominio del miedo a la muerte, a la vida futura. El placer es el bien supremo, entre más dominado tengamos al dolor, más plenitud cobijará nuestros pasos. Esto parecen decir los personajes de Humberto López Trejo quien junto con ellos alza la copa y mira hacia Epicuro con mirada cómplice, socarrona. Y así es su mirada porque entre el pintor y sus obras, entre los trazos seguros y logrados y lo plasmado en el lienzo, hay caminos divergentes, un abismo. Los hedonistas de Humberto López Trejo son criaturas desesperadas en su intento por borrar el paso del dolor sobre si mismos. Son personajes de nuestro tiempo azotados por la prisa de los placeres efímeros, de las eyaculaciones precoces de la modernidad. Ya lo decía Epicuro: para estar en el placer hace falta detenerse. “Que emane la sensualidad”, gritan los rostros y cuerpos dibujados, mientras vemos como devoran sus particulares mundos a dentelladas, de un solo bocado, con la urgencia del que teme a la muerte, del que no ha vencido los miedos, sus miedos. Alza pues Humberto la copa escanciada con mosto y guiñando un ojo al filósofo aquel de la antigüedad griega se dispone, con lentitud contemplativa, a esperar, no la culminación del placer, sino la sensación del deseo a punto de cumplirse.

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Este breve texto fue escrito a manera de breve presentación de la exposición del buen Humberto en el Museo de las Artes