LA JORNADA febrero 14, 2008 La ciudad se cae a pedazos ante
el abandono y desatención de gobierno y sociedad: Martín Mora Vive Guadalajara crisis de identidad; sus
habitantes no saben qué significa ser tapatío Para el investigador de la UdeG Javier Hurtado, el problema más grave es el de la
movilidad CECILIA DURAN Mural de
Gustavo Peralta en el interior del Hospital Civil Viejo Fray
Antonio Alcalde Foto: HECTOR JESUS HERNANDEZ A lo largo de sus 466 años,
Guadalajara ha vivido numerosas crisis, muchas de las cuales marcaron la
historia de la ciudad porque su solución estuvo a cargo de hombres
visionarios que dejaron obras que en su momento fueron modernas. De acuerdo
con sociólogos, hoy la ciudad también vive crisis, vinculadas con la
identidad y con la movilidad y predomina una carencia de hombres, gobiernos o
instituciones que intenten solucionar estos problemas. En los siglos XVIII y XIX
Guadalajara vivió crisis que estuvieron vinculadas a epidemias, causantes de
la descomposición social, económica, política, de salud. Hacia los años 1737
y 38 vivió la epidemia de tifo conocida como Matlalzahuatl
y en 1780 hubo otra de viruela. En 1786 la ciudad estaba invadida
por la neumonía, además había carencia de alimentos, lo cual produjo una
crisis tal que es considerada la peor en la historia de Guadalajara. “Hacia 1784 empieza una epidemia
de neumonía, que los documentos de la época la llaman “dolores de costado”.
Era común la periodicidad de las epidemias, de diferentes enfermedades, desde
la llegada de los españoles, hay un contacto casi cotidiano de la enfermedad
y la muerte en la antigüedad. En 1785 pasó un fenómeno que tiene que ver con
el clima en toda la Nueva España y la Nueva Galicia. Hubo una gran sequía, y
después llegaron unas granizadas y heladas. Los historiadores de la geografía
la llaman la pequeña glaciación y esto provocó pérdidas de las cosechas de
maíz, alimento básico. Esto causó la crisis agrícola”, explica Lilia Oliver
Sánchez, directora de la División de Estudios Históricos y Humanos del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de
Guadalajara (UdeG). “La epidemia de neumonía, ante la
falta de alimento, se agrava, y en 1786 la ciudad vive una gran oleada de
pobres que vienen del campo y los caminos quedan sembrados de cadáveres. Los
que alcanzan a llegar, deambulan por calles y plazas con el rostro de muerte
en la cara. En algunos de mis trabajos llamé a Guadalajara en ese año, una
ciudad hospital, porque todos los espacios de la ciudad, estaban llenas de
enfermos o cadáveres”. En este caos surge la figura de Fray Antonio Alcalde, quien estableció cocinas públicas
en los barrios del Santuario, Analco y del Carmen
en donde diariamente se dio de comer a dos mil personas, prestó dinero al
ayuntamiento para comprar maíz e impulsó la creación de un hospital con
capacidad para mil camas y puso como condición que tuviera su propio
cementerio. “Para finales del XVIII, una obra
de esta magnitud, fue impresionante. Un hospital con capacidad para mil
camas, en una ciudad de 22 mil habitantes, es tremendo”, dijo la académica. La edificación del nosocomio se
realizó con los parámetros más avanzados de la época porque para decidir en
qué lugar construirlo, el ayuntamiento solicitó varios proyectos y eligió el
que más se adecuaba a las necesidades de la ciudad. “Desde muy pronto se pedía que
estuviera en las orillas de la ciudad, porque decían que el aire trasladaba
unas partículas que contagiaban las enfermedades. Entonces tenía que estar en
un lugar en donde el viento no llevara las partículas al centro de la ciudad.
Estaba solucionando dos problemáticas importantes de la ciudad: donde poner a
los muertos y los enfermos y también creó fuente de trabajo con la
construcción de un edificio, que fue el más importante en América Latina”. Falta sentido de pertenencia Hoy las crisis que enfrenta la
ciudad no están vinculadas a enfermedades, las crisis de subsistencia como la
de 1786 fueron superadas cuando a finales del siglo XVIII se medicalizó el espacio urbano, se introdujo drenaje, agua
potable, con la construcción del colector de la ciudad y el entubamiento del
río de San Juan de Dios. Según Martín Mora Martínez,
coordinador de la maestría de Ciencias Sociales de la UdeG,
la crisis en el siglo XXI pasa por la ausencia de identidad de los habitantes
de Guadalajara, quienes desconocen qué significa ser tapatío. “Como existe una falta de
identidad, hay un vacío de los espacios públicos y del uso de lo público como
espacio común. Hay un abandono, desinterés, incluso una fobia hacia lo que
nos hace comunes, como la vida cotidiana de las calles. Hay una desatención
absoluta de gobiernos y ciudadanos. Esta crisis repercute en el divorcio que
hay entre una esfera pública, dejada a la mano de Dios y que nadie se hace
cargo y el ámbito privado que tiene que ver con la exacerbación de la vida
privada de la gente y por otro lado la privatización de lo político por parte
del ayuntamiento”, explicó. “Lo político en términos de
identidad, también se pervierte y se hace privado. La identidad que debería
definir a los tapatíos se convierte en una materia privada porque lo político
es solamente lo que hacen funcionarios u órganos de gobierno, no lo que
hacemos todos los días en la calle o en nuestras casas como vida pública. “Entonces hay un problema serio
que empieza en lo simbólico se convierte en lo material, no tenemos sentido
de pertenencia, no nos interesa lo público, nos importa poco la ciudad, la
ciudad se cae a pedazos y nadie hace más porque no tenemos necesidad de
sentirnos identificados con ella. “Hay una severa crisis de
identidad y que no se resuelve con festejos, porque no añaden nada. Además el
aniversario de esta ciudad coincide con el día del amor y la amistad, que
todo el mundo lo festeja. Lo que debería hacer el Ayuntamiento es cambiar la
fecha, para que no coincidan”. El maestro señaló que
institucionalmente no hay una respuesta para solucionar la crisis de
identidad, la única que se le ocurre al gobierno municipal es hacer festejos
y como ciudadanos, todos los días resolvemos la crisis diciendo “no soy
tapatío”. Agregó que los gobiernos de otras
ciudades del mundo han hecho campañas de identidad, en lugar de hacer
festejos. O quizás el 14 de febrero podría ser el inicio de una campaña de
posicionamiento de Guadalajara como marca, y así generar el sentido de
pertenencia. “Si el habitante sintiera que pertenece a Guadalajara, sería
responsable y cumpliría con una serie de normas de comportamiento ciudadano”.
Una crisis de movilidad De acuerdo con el doctor Javier
Hurtado, profesor investigador de la UdeG, en la
actualidad la crisis más grave de Guadalajara es la movilidad, puesto que
está “sofocada”, “asfixiada” y ya no cabe un auto más. A esto se le suma la
baja calidad del transporte público, que aseguró, empeorará cada vez más. “A mí me parece que la principal
crisis en estos momentos es la de la movilidad, que genera en la gente
pérdida de tiempo, derroche de recursos, porque se gasta en gasolina, se
gasta más en un transporte no articulado, hay que tomar tres camiones para
llegar a un lugar, cuando antes con uno alcazaba. “Estos vehículos generan
contaminación y provoca también problemas en la salud mental, porque hay un
crecimiento de frustraciones, derivados de que no se puede avanzar, de los
calores que se aguantan, de la contaminación. En general genera un caos, para
todos. “Entonces la gente tiene menos
calidad de vida, y esto ha traído como consecuencia un ritmo similar al de
ciudad de México. Guadalajara perdió su aire provinciano, la gente come en el
trabajo, y regresa a las 6 de la tarde que es la hora en que se da la mayor
saturación de tráfico y hay que soportar la saturación”. En su opinión para la crisis de
la movilidad no hay solución, porque el gobierno ha sido incapaz de ejercer
sus obligaciones que por ley tiene para establecer una política rectora para
generar un nuevo sistema de transporte público y que no siga apostando al
incremento del parque vehicular particular. El dinero se invierte para obras
de transporte privado, parece que no le interesa un sistema de movilidad a
través de un eficiente sistema de transporte. “También parece haber sido
incapaz de establecer criterios distintos de prestación del servicio
concesionado. Lo que se ve es el deterioro constante del transporte público,
en su calidad, en la impunidad con que se manejan, los asesinatos que se
comenten a diario en las calles, por las formas en que prestan el servicio”,
finalizó. |
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Recinto
“Fray Antonio Alcalde” Historia de un Mural Inv salud 2004; VI(2) : 74 El rescate de un área
arquitectónica en el corredor oriente del Hospital de Belén, posiblemente el
“Refectorio” de los monjes Betlehemitas, dio origen a la idea de que ese
espacio debería ser utilizado como un Recinto dedicado a la Vida y Obra de Fray Antonio Alcalde y Barriga, quien desde su
fallecimiento, hace 212 años, ha sido ejemplo a seguir. |