Del 28 de noviembre de 2002 al 16 de enero de 2003

En sus orígenes, la obra de Jesús Reyes Ferreira careció de pretensiones artísticas. Los sencillos trazos que estampaba en pliegos de papel de china no tenían otra intención que decorar las envolturas para regalo de su tienda de antigüedades. Sin embargo, con el tiempo, hacia la mitad del siglo XX, ese espontáneo divertimento ya había suscitado numerosos y elocuentes testimonios de admiración y respeto por parte de muchos de los principales creadores mexicanos de la época.

Chucho ReyesA pesar del casi unánime reconocimiento de los valores estéticos de sus obras, Reyes Ferreira seguía refiriéndose a ellas simplemente como “papeles” y a su oficio como el de un “embarrador de colores”. La deliberada modestia y el carácter casi anónimo de su producción respondían sin duda a un temperamento profundamente marcado por una sensibilidad exacerbada y por convicciones de orden religioso que encuentran su expresión más cabal en la mística de san Francisco de Asís, al cual reconocía como figura tutelar y emblemática. 
Un poco por esta actitud recatada, un poco por su excentricidad (en el sentido pleno de su vida y su obra), y otro tanto por su alejamiento de las convenciones canónicas que imperaban en el medio del arte, en la actualidad su obra está injustamente valorada. Prueba de ello es que las más ambiciosas revisiones museológicas del arte mexicano del siglo XX lo han ignorado, así como también el hecho de que su obra (aunque forma parte de los acervos) no es incluida en los guiones curatoriales de las colecciones públicas más importantes de nuestro país, como es el caso del MUNAL o el Museo de Arte Moderno. Esta situación se vuelve grave cuando consideramos que su aportación está al parejo de la de artistas jaliscienses como María Izquierdo, Juan Soriano o Luis Barragán, quienes ha
Chucho Reyesn contribuido a definir la identidad visual que tenemos del arte mexicano hoy día.
¿Por qué han dejado fuera a Chucho Reyes? ¿Por qué se le considera como una figura importante pero prescindible? Quizá esto se deba a que las aproximaciones a su obra se han realizado desde una perspectiva inapropiada, una perspectiva que, de entrada, no sólo ignora las premisas en que se sustenta su obra sino que incluso las descalifica. Nos referimos a las nociones de “repetición”, “superficialidad”, “fragilidad”, “fugacidad” o “autoría” que son consustanciales a su producción, las cuales revelan su originalidad y aun encarnan una cierta actitud de resistencia crítica hacia los valores convencionales del objeto artístico.
Chucho ReyesLa figura de Chucho Reyes ha sido reconocida por su revaloración de la estética del arte popular, pero lo que no se ha dicho y ha sido insuficientemente analizado es la perspectiva de un hombre culto y enterado, incluso cosmopolita, que disponía de información abundante y calificada sobre la dinámica artística de su época.
Por ello, paradójicamente, una figura tan cercana a los valores tradicionales de nuestra identidad cultural hoy podría encontrar mejores condiciones para la realización de un acercamiento a su obra más acorde con sus aportaciones. Sin atribuirle el papel de precursor, podemos afirmar que sus obras encuentran resonancias y correspondencias con algunos rasgos de la producción contemporánea tales como la irrupción del humor, la serialidad, la noción de la obra efímera, la difuminación de las fronteras entre el arte culto y el arte popular, así como su actitud informalista y desapegada.
Dentro del reto que representa revalorar la contribución de Chucho Reyes al arte mexicano hay, sin duda, muchas asignaturas pendientes. Una de ellas es establecer la relación de este pintor tapatío con Georges Rouault, artista del fauvismo actualmente relegado a un segundo plano, que tuvo en su momento una fuerte presencia en el ambiente del medio intelectual de Guadalajara. Esta hipótesis no es del todo descabellada: baste recordar sus afinidades temáticas en relación con la religión, el circo y el prostíbulo.
Chucho Reyes
Una flor, todas las flores tiene un propósito más modesto, el cual tiene que ver con una noción museográfica, con una forma de verlo y presentarlo, más que con una intención académica. La exposición ideal de Reyes Ferreira sería una que reuniera el mayor número de obras del artista, para revelar de este modo, bajo la forma de un gran mosaico, las infinitas posibilidades de un puñado de temas recurrentes. En nuestro caso, el reto curatorial no va en dirección de seleccionar las mejores piezas dentro de una producción (un papel), sino en mostrar el mayor número de ellas (todos los papeles) para que revelen, gracias a su naturaleza reiterativa, el ejercicio de abstracción lírica e informalismo, de espontaneidad del signo como metáfora de la libertad, esos gestos decisivos y certeros que caracterizaron el estilo de Jesús Reyes Ferreira.
Si para Heráclito la sustancia del alma era el fuego, y para Diógenes era el aire, podríamos decir que para Reyes Ferreira el alma estaba identificada con la belleza. Su mirada estética fue, sin duda, excepcional, libre de prejuicios y convencionalismos. Este don le permitió descubrir y expresar el aliento único e irrepetible que anima todas las cosas y los seres vivos, ese espíritu que les otorga a una flor y a todas las flores su singular lugar en el mundo. Evocarlo frente a su mesa de trabajo, con sus papeles en desorden y los pigmentos fluyendo bajo la orden de su mano flexible, nos recuerda también la actitud del monje taoísta empeñado, una y otra vez, en capturar en su caligrafía el carácter perentorio del signo esquivo que demanda por igual inocencia y sabiduría.

 

Jesús (Chucho) Reyes Ferreira

Chucho ReyesNació en Guadalajara, Jalisco en el mes de Octubre de 1882. Asistió a algunas clases de dibujo en el Liceo de Varones, trabajó en una fábrica de chocolates, donde las manchas de grasa sobre el papel contribuyeron a despertar en él la creatividad artística. Interesado en el arte popular, concurría con frecuencia a la fábrica de cohetes El Rincón del Diablo a ver pintar con anilinas de colores fuertes los carrizos y los judas.  Al principio sus papeles de china los comenzó a confeccionar para envolver y regalar. De 1930 a 1938 destacó como uno de los pioneros en el uso de materiales frágiles, útiles para recuperar las tradiciones plásticas, prehispánicas y coloniales. En 1950 a iniciativa de Mathías Goeritz, presentó su primera exposición en la galería Arquitac de Guadalajara. En 1961 participó en la Exposición los Hartos otra confrontación internacional de artistas contemporáneos, capitaneados por Mathías Goeritz, que se llevó a cabo en la Galería Antonio Souza.

Sus obras se expusieron en el Foggs Museum en Boston al lado de Picasso y en la Galería Haymarket de Londres. Antes de morir volvió a Guadalajara y montó otra exposición retrospectiva en el Ex-Convento del Carmen donde se presentó personalmente y fue saludado por sus antiguos amigos y nuevos admiradores. A su regreso a México murió el 5 de agosto de 1977.

 

 

 

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