DESTACA ARTE JALISCIENSE EN SIGLO DE GUERRAS
23 de junio de
2007 El convulsionado siglo XIX en México, estudiado mayormente desde
la perspectiva histórica de batallas y generales, también tuvo aspectos culturales
que son de destacarse, expresó Arturo Camacho, investigador de El Colegio de
Jalisco, en su conferencia "La pintura en Jalisco en el siglo XIX",
que ofreció en esta institución la noche del jueves. Existen tres momentos muy importantes en la plástica jalisciense
de aquella época: uno es el retrato, predominante en la primera mitad del
diecinueve, después la fundación de la Sociedad Jalisciense de Bellas Artes,
en 1857, y en la parte final del siglo, las poderosas influencias que
tuvieron en Guadalajara Carlos
Villaseñor y el brasileño Félix Bernardelli, precursores del arte moderno
mexicano. Durante la última fase de la época novohispana, hacia 1790,
surgieron aquí escuelas de dibujo para contribuir en la educación de los
artesanos, con profesores provenientes de la Academia de San Carlos,
contratados por la Casa de Moneda de Guadalajara, donde destaca el arquitecto
José Gutiérrez, quien difundió el estilo neoclásico en la ciudad. José María Uriarte, retratista también egresado de San Carlos,
llegó a principios de 1817 invitado por el intendente de la Nueva Galicia, y
es el autor de las pinturas que rematan los altares neoclásicos de la
Catedral. Son célebres sus retratos de Agustín de Iturbide, conservado en el
Arzobispado de Guadalajara, y de Prisciliano Sánchez, que guarda el Museo
Regional de Guadalajara. Uriarte también fue maestro y difundió entre cientos de alumnos
las nuevas tendencias del romanticismo. Con él se formó una generación de
retratistas, entre ellos varios considerados los iniciadores de la pintura
moderna de México, recordó Arturo Camacho. En los 30 años siguientes a la consumación de la Independencia,
el retrato jalisciense se propagó en establecimientos comerciales que, a
falta de cámaras fotográficas, perpetuaban las imágenes de la clientela. José María Estrada, considerado como el
retratista más importante en la región durante primera mitad del siglo XIX,
estuvo al servicio de eclesiásticos influyentes y de las familias pudientes. Surge la Sociedad Jalisciense de Bellas
Artes En este 2007, precisamente, se cumplen 150 años de la fundación
de la Sociedad Jalisciense de Bellas Artes, agrupación que en plena guerra
civil mantuvo la actividad artística en la capital jalisciense y nos legó el
Teatro Degollado, importante obra cultural del siglo XIX, recordó Arturo
Camacho ante poco más de un centenar de oyentes. "A pesar de su funcionamiento irregular en algunos
periodos, la Sociedad impulsó las bellas artes de manera definitiva en la
región, al darle un giro significativo al gusto estético y difundir la idea
del arte como proyecto de nación. Su principal aportación fue el inicio de un
cultivo del arte sin sentido religioso, sino únicamente por su potencial
civilizador", comentó. "Una lección, entonces urgente, y aún vigente, fue que por
encima de la lucha de facciones está la construcción de una sociedad basada
en la filosofía, las ciencias, las humanidades y las virtudes cívicas y
morales", abundó sobre el espíritu impulsor de este selecto grupo. Mensualmente, los integrantes de la Sociedad se reunieron para
leer composiciones literarias, escuchar música y exponer trabajos artísticos,
y a pesar de padecer por falta de presupuesto, tuvieron importantes logros.
"El saldo principal de la enseñanza de la arquitectura, el dibujo y la
pintura fueron el Teatro Degollado, construido por Jacobo Gálvez, la capilla
del Instituto Cabañas, el Panteón de Belén y las nuevas torres de la
Catedral, obras de Manuel Gómez Ibarra". Apertura de estilos En general, en el siglo XIX disminuyó la predominancia de temas
religiosos en la plástica, aparecieron temas costumbristas mexicanos y de
periodos históricos de México, las pinturas al temple salieron para adornar
corredores y salas de residencias particulares, entre ellas la casa La
Moreña, de La Barca, Jalisco, que fue propiedad del hacendado Francisco
Velarde, donde existen decoraciones monumentales atribuidas a Gerardo Suárez,
con posible ayuda de Jacobo Gálvez. Con una importante influencia local, Carlos Villaseñor, destacado pintor
formado en el Liceo de Varones, instaló su taller en su casa, habiendo
estudiado dibujo con Jacobo Gálvez, e hizo los primeros ensayos de simbolismo
y modernismo de Jalisco, en pleno Porfiriato. Son célebres los bodegones de Villaseñor, pintados luego de
estudiar los elementos de sus pares holandeses, pero incorporándole a los
suyos temas netamente nacionales, como jarras de barro de Tonalá, cazos de
cobre, chiquihuites y frutas locales como la calabaza tamalayota y pitayas. Xavier Tizoc Martínez, otro pintor tapatío, quien emigró a EU,
es considerado allá el precursor del impresionismo y fundó la Sociedad
Bohemia de San Francisco. Su obra está mayormente en Oakland, California,
indicó Camacho. Ya para 1890, el brasileño Félix
Bernardelli se estableció en Guadalajara, luego de haberse formado en la Academia de
Bellas Artes de Roma y en talleres independientes de París. Era un
connotado pintor, pero también tocaba el violín y son reconocidas sus aportaciones a la
música y la plástica locales, con la apertura de una academia dirigida a
pintores principiantes, de donde salieron tres de los precursores del arte moderno
mexicano: Roberto Montenegro, Jorge Enciso y Rafael
Ponce de León. El Colegio de Jalisco |