Texto: Tomás Cano Montúfar
Byron Gálvez construyó su casa de Mixquihuala al filo de una barranca. Su estudio tiene
paredes de vidrio y la orientación precisa que le da una iluminación
natural plena. Es el sitio apropiado para el trabajo de un artista
plástico. Sin embargo, uno de los motivos principales que lo llevaron a
construir esta casa en su pueblo natal del estado de Hidalgo –quizá antes
que contar con un estudio ideal– fue la angustia que sintió cuando se dio
cuenta de que sus hijas transportaban en sus loncheras
tierra del patio de la escuela para jugar con lodo en su departamento de la
colonia Condesa del Distrito Federal.
“Sentí la obligación de compartir con ellas una niñez
colmada de felicidad, como la que yo disfruté en Mixquihuala.
Sin ninguna duda, los primeros años de vida le dan esencia al ser humano,
que después se manifiesta –en mi caso– a través del arte. Es muy posible
que de mi pueblo haya acumulado en el subconsciente el color, la forma o la
textura que expreso en mi trabajo. Pero lo que hace trascender al artista
es el dominio y perfeccionamiento de las técnicas, y principalmente su
evolución. Es ahí donde se abre la brecha entre los cientos de pintores de
cuadros y los maestros que conocen las estrictas reglas universales de la
composición, que se aplican tanto en la música como en la poesía o en las
artes plásticas. Después viene la persistente preocupación por conquistar
un lenguaje universal y la lucha por no caer en lo obvio”.
Sobre Byron Gálvez, el
maestro Gerardo Estrada, que fuera director del Instituto Nacional de
Bellas Artes, ha dicho que su madurez le permite profundizar en los rincones
del espíritu y que ha conquistado la libertad de explorar los diversos
terrenos de la plástica sin instalarse definitivamente en ninguno de ellos.
Así también, que en las obras de Gálvez se encuentra una deslumbrante
policromía, tan intensa y variada como la tierra mexicana, que estalla ante
los ojos de los espectadores en todos los rincones del mundo donde se han
expuesto.
El pintor y escultor hidalguense dice que tiene dos
motivos para visitar los grandes museos universales: disfrutar plenamente
del arte que ahí se exhibe y actualizarse en cuanto a las tendencias,
técnicas y novedades que enriquezcan su propio acervo. “El talento –como el
carisma– se alimenta con técnica y mucho trabajo. Aceptemos que algunas
personas nacen con ello, pero es necesario estudiar, crecer, construir en
el aire, gestar un concepto”.
Byron Gálvez también dice que todas las
expresiones artísticas tienen su propio espacio para lucir y manifestarse
con acierto. “Nadie puede vivir tranquilo con un Orozco en la sala de su
casa, es una obra muy fuerte, con un contenido social intenso y de denuncia
que encuentra su sitio adecuado en los murales de edificios públicos. La
obra se complementa además con la sensibilidad del espectador. La obra
maestra es quizá la que hace vibrar hasta al espectador más insensible”.
La barranca del río Moctezuma
que rodea por el norte a Mixquihuala es inmensa;
el jardín de Byron Gálvez termina en una
panorámica donde los ojos nunca encontrarán un solo detalle ajeno a la obra
de la naturaleza.
Fuente: Tips de Aeroméxico No. 22 Hidalgo
/ invierno 2001 |