Maestro Armando
Anguiano
Son
pocas las personas que al llegar al los 83 años de vida, pueden presumir de
haberse mantenido fieles ante una pasión que los sedujo en los años de su
juventud. Entre
ese cerrado grupo podemos contar la figura de Armando Anguiano, pintor
jalisciense, que con en paso del tiempo no sólo ha mantenido viva su pasión
por el arte, sino que día a día la ha dilatado, hasta convertirse en uno de
los pintores más prolíficos de México. Muestra de ello, es su afán de obtener
el record Guines, por haber trazado más de cinco mil rostros de Cristo. Armando
Anguiano vio la luz por primera vez el 12 de octubre de 1920, en uno de los
barrios más populares de la ciudad de Guadalajara: San Juan de Dios,
concretamente en la calle San Andrés –hoy Álvaro Obregón–. Ahí, a muy
temprana edad descubrió su vocación para el arte: «Recuerdo que apenas pude
sostener un lápiz en las manos –como a los dos años de edad– empecé a hacer
mis primeros murales, es decir, a pintarrajear las paredes con garabatos,
pues a esa edad no se hacen figuras con sentido». Poco
después, inducido por su hermano mayor, Raúl, asistió por primera vez a
clases formales de pintura en el hoy Museo Regional del Estado de Jalisco, donde
el maestro Juan «Ixca» Farías enseñaba dibujo y pintura. Por
negocios familiares se vio en la necesidad de abandonar su ciudad natal,
partiendo a los 15 años de edad a la ciudad de México: «Allá ingresé a la
Escuela Nocturna para Trabajadores, pues mi padre, con su fábrica de calzado
y sus zapaterías, nos tenía ocupados a los nueve hermanos», comenta con tono
de tristeza. «Yo no tuve mucho apoyo por parte de mi padre, él deseaba que
nosotros heredáramos su oficio. Mi madre me apoyaba, pero no podía hacerlo de
manera definitiva como yo lo deseaba». Estas situaciones provocaron que
Armando abandonara su hogar: «No fue una ruptura violenta, pues trabajé de
escritor para artes gráficas, pude independizarme de mi hogar e integrarme,
en el año de 1950, a la Escuela de Artes Plásticas La Esmeralda». Ese
mismo año, a la edad de 30 años, y debido al éxito que comenzaba a hacer su
obra en la Capital del País, fue invitado a participar en el Año de las Artes
en Jalisco, instituido por el Gobernador Juan Gil Preciado: «Aquí me
nombraron hijo distinguido de Jalisco; desde esa fecha he realizado 22
exposiciones, solamente en Guadalajara».
El
Maestro Anguiano ha elaborado trabajos con casi todos los medios existentes, así
como con los que él ha inventado; por ejemplo, pinta utilizando isodine,
violeta de genciana, yodo, café concentrado, «con todo lo que sea pintura»
como él lo especifica, pero sin duda, materia y técnica con la que más
trabajos ha realizado es el óleo sobre tela, empleando pincel o espátula,
esto con la finalidad de aplicar texturas a sus obras. Y
aunque sus temas son muy diversos, llama profundamente la atención el hecho
de que empleando todos los medios ha elaborado un sinnúmero de rostros de
Cristo. Al interrogarle con insistencia, respondió sin inmutarse: «Porque soy
un hombre profundamente religioso. Todos los pintores que tocamos este tema,
tratamos de ir buscando, a través del tiempo, un arquetipo, un Cristo muy
personal y esa búsqueda no cesa. Además, conforme ha pasado el tiempo me he
ido inclinando más hacia el tema religioso; con el favor de Dios he
progresado en el aspecto espiritual, desprendiéndome de preocupaciones
materialistas. Ahora lo que más me importa es tener como prioridad a Cristo en
mi vida, y sobre todo, seguir sus huellas y sus mandatos. ¿Cómo no voy a
plasmar en mi obra pictórica la pasión que hace girar a mi vida?».
Fue
el sacerdote Armando González Escoto, quien, durante una visita a su estudio,
descubrió que el Maestro Anguiano es profundamente pasionario, es decir, que
le interesa más la Pasión que ninguna otra faceta de Cristo. Esa pasión lo ha
hecho desarrollar una extremada habilidad de trazo, mediante la cual es capaz
de completar un rostro de Jesús en menos de 30 minutos. Su
fama ya ha trascendido las fronteras, pues tres de sus obras se encuentran en
El Vaticano, dos son propiedad del Papa Juan Pablo II, y una del Cardenal
Lorenzo Angelline; éstas fueron entregadas en el Jubileo del año 2000 por
Mons. Felipe Aguirre, actual Obispo de Acapulco. Próximamente dos de ellas
pasarán a formar parte del acervo del Museo Vaticano sobre Cristo.
No
solamente su producción ha sido muy amplia; también los reconocimientos que
se le han otorgado. A la fecha cuenta con 50 medallas honoríficas, en 2001
recibió una en la categoría de artes plásticas, de parte de la Organización
Artístico Cultural (OCA); en 2002, la Asociación Mexicana para el Fomento del
Arte Sacro le otorgó la medalla «Sol de Amfar» por su trayectoria y apoyo a
la creación del arte sacro. El más reciente reconocimiento fue el Premio
Jalisco en Artes, que recibió junto con otros seis ilustres jaliscienses, el
pasado lunes 9 de junio de 2003. |