Gironella nunca cedió un ápice en su obra; eso también se paga

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Para comprender la obra de mi padre hay que entender tantos fantasmas Foto Rogelio Cuéllar/ Archivo La Jornada

A 10 años de su muerte, aún no se ha cumplido su deseo postrero: que su casa se haga museo

Presentaron el proyecto al gobierno del estado de México y a otras instituciones, pero la falta de interés se debe al desconocimento de su obra, considera Emiliano, hijo del artista plástico

Merry MacMasters

 

El pintor Alberto Gironella no quería que se diera a conocer su muerte, la cual sucedió un día como hoy, 2 de agosto, hace una década.

Pretendía evitar una ceremonia luctuosa rodeada de solemnidad, que no iba con su personalidad. La noticia, sin embargo, se filtró y se publicó el día siguiente en un pie de foto que acompañó su imagen en la portada de La Jornada.

A 10 años de distancia, Emiliano Gironella Parra (1972) hace un recuento de su progenitor, cuyo testamento, en vez de otorgar bienes, dejó tareas por hacer.

“Mi padre tomó el testamento como la parte romántica y romana de ‘mi última voluntad’, no lo que son los testamentos en el siglo XX, de ceder pertenencias. Vivía bajo el lema ‘el ahorro es la base de la miseria’. Entonces, todo se lo bebió y se lo vivió, y no dejó recursos para hacer un museo, una de las cosas que no hemos podido cumplir; pero los cuadros están y la casa también.”

Una espina en el costado

Don Alberto dejó dicho en su testamento que su casa de Valle de Bravo, donde vivió sus últimos 27 años, se hiciera museo y que lo enterraran en un paredón de fusilamento, dentro del recinto. Convertir la casa en museo es una pequeña espina que todavía tenemos mis hermanos y yo, admite Emiliano. La placa conmemorativa fue hecha por Pierre Alechinsky.

La iniciativa del museo se ha presentado “al gobierno del estado de México y a diferentes instituciones. De realizarse el proyecto, se encargaría el arquitecto Ricardo Legorreta, porque vivió allí cuando mis papás se fueron a París. También la habitó el pintor Luis López Loza, así como sus padres, en cierto momento de su vida. Emiliano atribuye la falta de interés a no saber quién es Alberto Gironella.

En marzo pasado se montó Homenaje a Alberto Gironella, exposición curada por Miguel Cervantes en el Centro Cultural Joaquín Arcadio Pagaza, para conmemorar el décimo aniversario luctuoso, como parte del décimo tercer Festival Internacional de Música y Ecología Pro Valle de Bravo.

Luego, en abril, se abrió en el Centro Cultural Jardín Borda, en Cuernavaca, una muestra de la obra que Gironella hizo sobre el escritor británico Malcom Lowry, cuyo centenario de nacimiento se celebra este año.

La obra permanecerá en la Sala David Alfaro Siqueiros hasta noviembre, cuando se entregue el premio de novela Malcolm Lowry. Una exposición en el Museo Nacional de Arte se canceló, entre otras razones, debido a contratiempos causados por el brote de infuenza humana.

A Emiliano le gusta ligar el centenario de Lowry con los 10 años del fallecimiento de su padre, porque “uno de sus parentezcos intelectuales o alter egos era el autor de Bajo el volcán”. La única conmemoración en puerta sería hacer una pachanga el Día de Muertos en Cuernavaca.

En la promoción de la obra de don Alberto el esfuerzo ha sido, sobre todo, familiar. Entre los logros está la creación de la biblioteca Esto es gallo, que se hizo en El Aire Centro de Arte, a iniciativa de la pintora Carmen Parra. “La biblioteca se hizo básicamente con recursos de mi mamá –explica Emiliano–, porque los libros se estaban pudriendo. Entonces, mi mamá construyó un espacio en El Aire Centro de Arte para albergar los alrededor de seis mil volúmenes, ya que era una biblioteca relevante en ciertos temas. Agregamos otros dos mil volúmenes. Respecto del acervo de mi mamá, se trata de primeras ediciones, como de Julio Verne, por ejemplo. También estamos terminando de catalogar.

–¿Esperaba más apoyo de las autoridades?

–Pensé que el homenaje nacional que se le rindió en el Museo del Palacio de Bellas Artes generaría apoyo de las autoridades. Mi papá fue muy subversivo, lo cual también nos ha tocado en cuanto al mercado, porque le mentó la madre a todos sus galeros, se peleó con todos; asimismo en la parte política. Entonces, son cuentas que nos ha tocado pagar a los herederos. Pero, después de estos 10 años hay que verlo dentro de un contexto histórico. Sí se merece que su casa se haga museo.

–¿Formó parte del movimiento de la Ruptura?

–Hay una cosa que es el movimiento de la Ruptura, pero otra cosa la bibliografía de mi papá. Es el único artista de su generación que ha expuesto con Velázquez. Fue amigo personal de André Bretón.

–¿Lo han tomado más en cuenta en el extranjero que en México?

–Mi papá ahorita está flotando. Platico una anécdota: vino a México el galero suizo Bruno Bischofberger cuando Miquel Barceló hizo su exposición en el Museo Tamayo. Los conocí, los llevé a la galería y les saqué las obras maestras de mi papá. Bischofberger compró una pieza mía. Le pregunté a Barceló: ‘oye, ¿por qué no le interesa la obra de mi padre?’, y me contestó: ‘es que tu padre es para los artistas y los académicos.

“O sea, ‘él vende cuadros y tu padre pinta a Ramón Gómez de la Serna, Valle Inclán y Malcom Lowry’. Para comprender la obra de mi padre hay que entender tantos fantasmas, porque no es sólo decorativa. Estos dos monstruos, uno como artista, y el otro como galerista, me hicieron entender algo por lo que sufría, porque mi papá es mi patrimonio. He trabajado para que ese patrimonio valga, pero cuando alguien te lo dice tan claro, cuando la obra de mi padre está cargada de fantasmas y cosas literarias, también te das cuenta de que ese mundo lo entienden muy pocos.

Faltan herramientas para comprenderlo

En México no hay ningún curador que en 10 años se haya confrontado con la obra de mi padre. Eso también es triste, porque te das cuenta que nadie se mete con la sustancia intelectual. ¿Por qué? Porque no ha leído los libros para entenderlo. O sea, curatorialmente, nadie me ha propuesto una exposición.

–¿Ni siquiera una colectiva?

–Nada. Te das cuenta lo que es el mercado del arte. Tamayo es el más exitoso, pintaba sandías. Mi papá nunca cedió un ápice en lo que hacía. También esas cosas se pagan.

–Cuando dice que está dispuesto a hacer el museo, ¿qué significa?

–Estamos dispuestos a donar obra importante, de Alechinsky, de mi papá, toda las serie de Malcom Lowry, Octavio Paz. También me gustaría poner obra de mi mamá, cuando vivió con mi papá en Valle de Bravo.

–¿Por qué no se ha podido hacer el fideicomiso?

–Para hacer un fideicomiso necesitas recursos, porque hay cuestiones administrativas que te cuestan. Mi papá murió sin un quinto. Ahorita hay acercamientos con Fomento Cultural Banamex y con las personas de Valle de Bravo que hicieron la exposición. Finalmente, El Aire Centro de Arte ha fungido como el Fideicomiso Alberto Gironella.