Manuel Felguérez el eterno inquieto

Texto: José Luis Solana

 

Cuando vendo un cuadro es como un día de fiesta

Foto: Rafael Doniz Manuel Felguérez nació en la hacienda de San Agustín del Vergel, en Valparaíso, Zacatecas. En 1928 se vivían tiempos muy conflictivos, unos años antes había terminado la revolución armada, pero la tenencia de la tierra no era segura y los reclamos agrarios se extendían por todo el país.

“Mi padre comandaba ciertas fuerzas para defender la hacienda, pues los campesinos reclamaban la tierra por medios violentos. Uno de mis primeros recuerdos fueron algunos enfrentamientos a balazos entre las fuerzas ‘leales’ de la hacienda y los agraristas.”

Por razones de seguridad la familia emigró a la capital y su padre intentó negociar los bonos de la Deuda Agraria, pero al año siguiente murió. “Yo tenía siete años, mi madre ya no quiso volver y abandonó la hacienda. Yo volví a Valparaíso sesenta años después porque me hicieron hijo predilecto del lugar y a la Casa de la Cultura le pusieron mi nombre. Si no regresé antes fue porque mi madre siempre me decía: ‘no vayas a Valparaíso porque te van a matar’.”

Los estudios primarios, secundarios y preparatorios los realizó con los hermanos maristas. En 1947 viajó a una reunión internacional de los scouts en Francia. “Durante esa reunión visitamos varios países y al término de mi viaje tomé la decisión de dedicarme al arte como forma de vida.”

Foto: Rafael Doniz A su regreso a México ingresó a la Academia de San Carlos, pero no le agradó el método de enseñanza y regresó a París a estudiar en la Grande Chaumiere, donde el escultor cubista Zadquine lo recibió como alumno. Fue ahí donde conoció a la pintora Lilia Carrillo, con quien se casó más tarde.

Taxidermista, antropólogo por necesidad, artesano, viajero, investigador y maestro, Felguérez es antes que nada un niño que diariamente descubre el mundo y, ávido de sensaciones, juega con la materia, quita y pone, arma y desarma buscando en sus entrañas el secreto de la belleza de las formas. Su estancia europea lo lleva al abstraccionismo y más tarde al geometrismo en sus formas básicas: el círculo, el triángulo, el rectángulo y el cuadrado; en la combinación de ellas va a desarrollar su propio lenguaje.

En la década de los sesenta Felguérez hizo alrededor de treinta murales a base de relieves con chatarra de fierro, piedras, arena, conchas. Destacan entre ellos el del cine “Diana” y el del balneario “Bahía”. “Fue mi sistema de promoverme y de darme a conocer. Cobré lo mínimo, lo necesario para vivir. Finalmente cerré el taller y regresé al caballete, pero yo ya era conocido a nivel nacional e internacional y todo fue muy diferente.”

“Nunca pretendí vivir del arte, me gané la vida dando clases. Fui maestro en la Universidad y ahora estoy jubilado. Nunca me gustó depender de la venta. Vender la obra propia es muy angustioso: yo pintaba y pintaba y los cuadros se acumulaban.”

Foto: Rafael Doniz Esto lo lleva a hablar del Museo de Arte Abstracto que lleva su nombre y que fue inaugurado en 1998 en la ciudad de Zacatecas: “En ese momento, si algo tenía, era obra de sobra, y en el caso de la escultura no tenía dónde guardarla”. En 1997, Felguérez y su esposa Mercedes deciden donar un importante acervo de su obra para la creación de un museo. Con la participación del gobierno del estado de Zacatecas, que destina un edificio que en su origen fue seminario y después cuartel y penitenciaría, se inician los trabajos de remodelación para adecuarlo a sus nuevas funciones de museo de arte.

La colección está integrada por 100 obras del artista, que abarcan diversas etapas de su larga carrera, así como por obras de más de 110 artistas abstractos, nacionales y extranjeros. Este museo es único en su género por su temática y por la estricta selección de las obras expuestas.

La joya que corona al museo es la sala de los murales de Osaka. “Al hacer la restauración encontramos un espacio muy grande, un salón de aproximadamente 900 metros cuadrados, y ahí se nos ocurrió poner los once murales monumentales realizados a petición de Fernando Gamboa para el Pabellón de México en la Exposición Mundial Osaka 70.”

Treinta y un años después de ser pintados, estos murales se reúnen y se exhiben juntos por primera vez en México en una sala del museo que viene a ser “la Capilla Sixtina del Arte Abstracto Mexicano”.

Fuente: Tips de Aeroméxico No. 25 Zacatecas / otoño 2002

                                                                                  

 

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