“Gordas miradas, miradas gordas”

Milagros Alarcón/IMAGEN

Carmen Alarcón en la galería Irma Valerio. (Xavier Vela/IMAGEN).

En su mayoría, las mujeres parecen estar tristes, reprimidas, sumergidas en un espacio que las oprime con dureza; pareciera que un pecado las encierra en esos marcos plateados y de madera.
“Gordas miradas, miradas gordas”. Drama y melancolía. Reflejo de las profundas miradas de cada una de esas damas: Tristeza existencial, real, quizá.
Obra de Carmen Alarcón, inaugurada entre los secretos de la Galería Irma Valerio.
Con las vistas clavadas hacia el observador, las figuras parecen clamar desesperación, culpa, padecimiento moral.
La autora llegó apurada. Entró, y más de diez ya la esperaban. La cita era a las 20:00 horas de la noche. Un suave aroma de loción la acompañaba. Estaba cubierta por un chal color negro. De sus orejas pendían varios aretes. Le gusta la artesanía mexicana.
Acomodó su chal en un rincón de aquel espacio y dejó apreciar las telas bordadas que la cubrían. Prefirió cargar su bolso. Jamás lo abandonó.
Le agrada fumar. A la primer oportunidad sacó un cigarrillo, lo encendió, y parte del maquillaje que cubría sus labios, se pasó al otro extremo.
Los dos cuartos donde se exhibía su creación, se llenarón de espectadores. Las miradas y los murmullos denotaban admiración.
Las obras estaban separadas de acuerdo a su composición. En dos planos. Uno en blanco y negro, y otro coloreado. En el primero, las figuras destacan sobre fondos oscuros, grises. En la segunda etapa, tonos coloridos, vivos. Teatrales, finos.
Los títulos por sí solos detallan los trazos, la intención. “Rodar sin hacer ruido”, “Mujer de Arena”, “La Eco-luchadora” y “Desátale el nudo a la luna”, son parte de su obra.
Llegó la hora de brindar. Ana Laura de Nahle fue la invitada para dar el banderazo del acto inaugural. La propietaria de la Galería, Irma Valerio, estaba presente, contenta.
Cada quien tomó su copa y la luz de ocho velas alrededor de una maceta servían de marco de presentación, de decoración.
Sobre una mesa circular de cristal, un enorme libro descansaba. Ahí, las firmas de los visitantes se plasmaban. Tres hojas de árbol metálicas, sostenían la plataforma. Una idea original, tal como las imágenes colgantes que se observaban.
Tres esculturas de plata, en honor a la expositora, permanecían inmóviles, encerradas en paredes de cristal, haciendo honor a la artista.
Desde hace diez años, Carmen es parte de la historia de la Galería. ¿Por qué invitarla de nuevo?, “Porque es una excelente acuarelista. Nunca sabes dónde inicia y dónde termina su obra. Porque es una mujer que hace con pasión su trabajo. Es alguien que se dedica al taller al 100 por ciento”, dijo la señora Valerio.
“Porque ha ganado premios. Porque ha promovido la cultura dentro y fuera del país. Porque es lo menos que podemos hacer aquí en Zacatecas”, argumentó.
Desde su primer exposición, 20 años han pasado.
“Gordas miradas, miradas gordas”, arte que durará tres semanas en esta ciudad.
Carmen compartió que: “el lenguaje plástico es muy difícil de explicar con el lenguaje oral. Creo que al ir pintando, vas imaginando. Son cosas, son ideas nada más”.
De los pintores clásicos y modernistas que existen, dijo que González Serrano, María Izquierdo, Goya, Otto y Bosco, son algunos de sus favoritos: “Me encanta ‘El Jardín de las delicias’ de Goya, ‘El nacimiento de Venus’ de Bosco; lo que refleja, me encanta. Son obras de verdad, que se quedan grabadas por siempre.”
Entonces, mientras la charla se daba, unos hombres pasaban haciendo música: laTambora, ícono zacatecano no podía quedar fuera de tal celebración. Era parte de dicha inauguración. Alegría total. Tradición enraizada que daba voz al silencio de las calles zacatecanas una noche de escasas estrellas. Una noche de fiesta.